•Capitulo 41•

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Elena

Al llegar a casa con mi madre, ella tuvo que irse al trabajo y me quedé sola. En ese momento recibí una llamada de Pierce.

—Aló —contesté.

—¿Bebé, qué pasó? Me dijeron que te suspendieron. ¿Por qué?

—Lucrecia se salió con la suya. Inventó algunas locuras y la directora me suspendió sin derecho a recuperar alguna materia. Reprobé matemáticas y estoy segura de que ella tuvo algo que ver. Ya no me importa. Si me expulsan, ya no me interesa nada.

—¿Cómo?. Pero ¿cómo pudo ser capaz? Se pasó de verdad. Lucrecia es capaz de todo y siempre se sale con la suya, pero tú tranquila, nena, yo lo voy a arreglar. ¿Entendiste?

— Está bien, pero no quiero más problemas, ¿sí? —digo algo frustrada— Yo solo quiero estar en paz y sin esa loca. Ella está loca, pero no le voy a dar el gusto.

—De acuerdo, cariño, pasaré por tu casa después de clases. Así podremos hablar mejor. ¿Entendido?

—Sí, te esperaré. Mi mamá no está en casa. Me dejó aquí porque la llamaron del instituto y tuvo que pedir permiso para ausentarse un momento.

—Lo sé, cariño. Está bien. Voy a entrar a clases. Besitos —me cuelga la llamada.

Soy consciente de que Lucrecia está completamente loca, pero esta vez superó todos los límites y Cinthya la detesto.

Estaba realizando tareas domésticas cuando recibí una llamada de Cristi.

Le relaté lo sucedido y se molestó mucho porque Lucrecia finalmente se había pasado de la raya. Me dijo que había hablado con la profesora Elba y que la entendió dado que se sintió muy mal por juzgar la, por lo que le pidió que luchara por su custodia para que se fuera con ella. Por un lado, me alegro por mi amiga porque merece ser feliz y estar en un ambiente de felicidad y amor verdadero. Me dolía verla en esa casa llena de padres que peleaban por todo.

Iré a visitar a Don Ernesto en su restaurante. Hace días que no lo veo y tampoco he ido a trabajar porque estoy muy ocupada. No tengo tiempo para nada entre las tareas del hogar, ya que la casa es muy grande, y los deberes del instituto. No sé qué va a pasar porque si no apruebo matemáticas me expulsarán, según las reglas del instituto.

Le avisé a mi mamá que iba a ir al restaurante y ella me dijo que estaba bien y que me cuidaría. También le informé a Pierce que estaría por allí y que cuando saliera, pasaría por el restaurante a buscarlo. Sin embargo, no me respondió, así que probablemente esté en clase.

Me arreglo, me pongo unos jeans, una camisa y deportivas. No voy a pedir un taxi, voy a caminar. Hace tiempo que no camino, pero me sé algunas calles de por aquí y sé dónde está la salida. Voy a caminar, ¡eso está genial!

Salgo de mi casa y la cierro con llave. Recuerdo cuando Pierce me llevó al claro de tulipanes. Me acuerdo muy bien de ese día. Camino unas cuantas cuadras y veo a Benjamín en su coche.

—¡Hola! Benjamín —lo saludé. Se detuvo en la acera opuesta y yo me acerqué—. Necesito hablar contigo. Sé que estás enamorado de mí, pero yo no puedo corresponder te porque solo te quiero como a un amigo —dije. Él solo me miró con seriedad y no dijo nada. Lo entendí, él era el que sufría.— Oye, no quiero que te enfades conmigo. Me agradas mucho, eres una persona increíble. Nunca había conocido a un chico que hablase italiano en mi vida. Jaja, parezco una loca hablando sola y que no me respondas. Pero sólo quería decirte que te quiero mucho.... — tomo un poco de aire — ¿Me llevas hasta la plaza? Si aceptas, no estás enfadado. Y si te vas sin decir nada, aunque sólo sea un asentimiento, lo entenderé.—Él asiente y de inmediato me sube al carro y me coloca el cinturón.

•Un amor incondicional•(En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora