•Capitulo 42•

6 2 0
                                    

Elena

Pierce me llevó de regreso al restaurante, aunque nuestra segunda cita todavía estaba pendiente.

—Me encantaría quedarme, nena, pero tengo que hablar con mi padre antes de que se vaya a Inglaterra para finalizar algunas inversiones. Necesito hablar con él sobre el asunto que te conté. —Me besó en la mejilla y me sonrojé.— Dale saludos a mi suegra. Te amo.

—Sí, está bien —le dije—. Yo también te amo. —Me sonrió y se fue. Entré al restaurante y vi a mi madre con don Ernesto.

—Hola mamá— le di un beso en la mejilla y volví a saludar al señor Ernesto.

—Hola mi vida, ¿dónde está mi yerno?

—Me pidió que les dijera que tenía que ir a resolver unos asuntos y que me iba a ayudar a evitar que me expulsaran del instituto.

—Ay, qué lindo es mi yerno.

Bueno, ¿y yo qué?

—Parece que quieres más a Pierce que a mí, sólo lo conoces desde hace unos días.—Me crucé de brazos.

—Lo sé, hija, pero creo que es una buena persona y se ve que te quiere mucho.

Eso sí es verdad.

—Bueno, está bien.

—Vamos, hija, tenemos que hacer el almuerzo.

—Adiós, don Ernesto —se despide y yo hago lo mismo.

Nos fuimos a casa en un taxi y llegamos en un santiamén. Mi mamá se puso a preparar el almuerzo y yo la estaba ayudando.

—¿Qué raro que Verónica no haya llegado?

—Es verdad, de seguro adelantaron algunas materias o se quedó con Cristi.

En ese instante, el timbre de la puerta sonó.

—¡Yo voy, mamá! —grité mientras corría a toda velocidad hacia la entrada.

Abrí la puerta y me encontré con Vero, Cristi y Osvaldo.

—¡Eliiiiii! —exclamó Cristi mientras me abrazaba con fuerza.

—Hola, belleza —me saludó Osvaldo con un beso en la mejilla.

—Oigan ustedes, ¿quieren robarme a mi hermana? ¡Es solo mía! —dijo Vero con el ceño fruncido.

—¡Ay!, Vero, Vero, puede ser tu hermana y todo, pero ella es mi Elenita, así que olvídalo —se burló Cristi.

Son un caso patético, jajaja.

—Ya dejen la pelea—dice Cristi.

—Entren, mi mamá está cocinando.—le digo

—Si, vamos.

—Obvio, bella.

—Nos dirigimos a la cocina y se encontraron con un buen ambiente festivo.

—Ma mira quiénes no van hacer compañía.

—Pasen pues, ya va a estar lista la comida.

—Oye, ¡gracias, mi buena amiga Melinda!

—De nada, Osvaldo. Saben que yo los quiero mucho a todos, como a mis propios hijos.

Nos sentamos mientras mi mamá termina de hacer el almuerzo.

—Oye, Eli, cuando veníamos para acá estábamos pensando en hacer un viaje a la playa el fin de semana. ¿Te parece?

—Sí, nena, sí es el fin de semana normal porque los exámenes ya terminaron.

•Un amor incondicional•(En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora