•Capitulo 51•

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Elena

No he podido dormir ni comer en las últimas horas o días que he estado aquí, no tengo claro si es de día o de noche, solo sé que siento un miedo que me impide salir corriendo, aunque quisiera hacerlo.  Me deslizo para tratar de alcanzar algo, no logro ver a través de algún agujero y saber mi ubicación, solamente puedo escuchar.

Elena, debemos agudizar nuestros sentidos auditivos al máximo.

No me encuentro en la ciudad, de lo contrario escucharía el ruido de motocicletas y coches, pero ¿y si estoy en un sótano? Tampoco, ya que no oigo escaleras. Debo encontrarme en las afueras de la ciudad, en un lugar apartado donde nadie transita. Siento el ruido de una patrulla de policía o ¿será mi imaginación?. Pero está lejos y luego no escucho nada más. Por favor, Dios, ilumina a Pierce para que pueda encontrarme, por favor.

La puerta se abre y es Lucrecia con los dos hombres.

—Ha llegado tu hora estúpida —dice, mientras ordena a uno de los hombres que se acerque hacia mí y me agarren.

—¡No, por favor! —digo sollozando— ¿Qué me van a hacer?

—Es la hora de tu muerte, ¿no lo escuchaste? —me mira fijamente— Ya tráiganla. 

El hombre me levanta y me lleva fuera del lugar en el que me tenían retenida, me sienta en una silla en medio de lo que parece ser un almacén muy sucio y lleno de telarañas. No hay tiempo para admirar nada, sé que Lucrecia me va a matar y no sé cómo es que no he escapado todavía.

Quizás es porque no podemos, esa es la lógica.

—¿Qué va a hacer, jefa?

—Yo no haré nada, ustedes son los que van a hacerlo todo.

En ese momento llega Cinthya.
¿Qué hace aquí, si se había ido?

—Cinthya, amiga, ¿por qué volviste y por qué estás aquí?

—Sí, regresé para ayudar. No quiero terminar en la cárcel, pero si actuamos rápido, podré evitarlo.

¿Qué?

—Cinthya, pensaba que eras diferente, pero eres igualita a Lucrecia. ¡Van a pagar las dos, todos! —grito.

—¡Cállate! —me da una cachetada— Bueno, amiga, pensaba que me habías abandonado, pero no —y la abraza. En ese momento, Cinthya me mira con cara de arrepentida y mueve los labios como si me estuviera diciendo algo, pero no logro entenderla.

Espera, es ¿buena o mala?

—Es hora de poner en marcha nuestro plan, vamos a incendiar el almacén —dice, y los hombres tienen unas garrafas grandes que deben de contener gasolina —esparzan por todos lados y por todo el almacén, y por fuera también. ¡Todo va a arder, te vas a morir! Jajajajaja.

¡No, no quiero morir!

—Lucrecia, por favor, te lo ruego, no hagas esto. Yo no te he hecho nada para que actúes de esta forma.

—¿Que no me has hecho nada? ¡ja! Tú eres la culpable de que Pierce no me quiera, y tú eres la responsable de todas mis desgracias—dice Lucrecia mientras saca un arma de algún lugar y me apunta.

—Lucrecia, baja ese arma—dice Cinthya.

—Te arrepentiste de nuevo, no me vengas con lástima por esa mujer despreciable.

—No, es que dijiste que no ibas a incendiar este lugar y ya lo hiciste.

—Sí, pero es mejor deshacerme de ella de una vez...

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⏰ Última actualización: Sep 10 ⏰

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