•Capitulo 21•

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Elena

No quiero saber de Pierce nunca más, sé que estoy siendo un poco dramática, pero él no me lo dijo y si es verdad que tiene una novia, me dolería aún más si me lo dice. Así que no quiero saber más de él en mi vida, nunca jamás. No había empezado cuando ya terminó.

Ay Elena, deja el berrinche. Igual lo vas a volver a ver cuando empiecen las clases, ¿sabes?

—No quiero saber de él —digo para mí misma mientras el taxi me deja en casa y al llegar me encierro en mi habitación, quiero estar sola.

Mi teléfono empieza a sonar y veo que es Pierce, no le contesto. Empieza a sonar varias veces con muchos mensajes y sé que es Pierce, pero no le contesto. Escucho que alguien toca el timbre y ni me preocupo en bajar porque no voy a abrir.

—Elena, hermana.... ¿Qué tienes? —escucho que alguien me habla y es Vero, ¿cómo entró?

—¿Cómo entraste? —le pregunto con lágrimas en los ojos. Me dolía mucho la cabeza. Confíe en una persona y mira con qué me sale. Nunca me había sentido así por alguien en mi vida.

—Tengo la copia de la llave. Mi papá me la dio por si acaso venía a traerte algunas cosas y no estabas. ¿Qué tienes? Cuéntame, hermana—me dice sentado en el borde de la cama.

—No quiero hablar. Quiero estar sola —le digo, abrazando fuertemente la almohada.

—Sabes que puedes confiar en mí, soy tu hermana. ¿Pasó algo con Pierce? Lo vi en el supermercado y salió detrás de ti cuando te fuiste.— me dice.

—¡No! Quiero hablar de eso, solo déjame en paz.

—Está bien, me voy. Las compras están en la cocina, cualquier cosa me llamas, ¿vale?

—Espera... —digo algo dudosa, es mi hermana y debo hablar con ella. —Vero, no te vayas. Quédate conmigo. Necesito un abrazo.

Vero se dirige hacia donde estoy y me abraza, mientras las lágrimas salen de mí como una cascada y me siento muy triste.

—Ya, ya... ya pasó, hermana, no llores, aquí está tu hermana para cuidarte —me dice— te quiero.

—Yo también te quiero, Vero —le digo con lágrimas en los ojos.

—No llores más, toma este pañuelo para secar esas lágrimas —me dice y me da un pañuelo.

—Está bien —acepto y comienzo a secar mis lágrimas.

—Ahora sí, cuéntame qué te sucede —dice sentándose en el borde de la cama.

—Está bien, te voy a contar.

Le cuento a Vero todo, desde el día en que conocí a Pierce, cuando salí con él al cine y también sobre la sorpresa y otras cosas obvias, como el beso, además de que me pidió que fuera su novia y lo que esa tal Cinthya me dijo. Y por eso estoy así.

—¿Qué? En serio, no me imaginé eso de verdad, cuando estábamos en la cabaña se lanzaban miradas, pero no me lo imaginé.—dice con reproche.— ¿Por qué no me lo habías contado?.

—Porque, porque...—me interrumpe.

—¿Por qué? ¿No tenías confianza en mí?—me dice.

—Sí, eso es verdad—le digo.

—Yo soy una tumba, de mi boca no sale nada—me dice—Pero esa Cinthya la odió, es igualita a Lucrecia, brujas tal para cual.

—No quiero saber más de Pierce, ¿vale? Y no lo menciones más.

—Está bien, pero dudo que él sea el novio de Lucrecia. El año pasado los vieron juntos y hubo muchos rumores, pero nunca supe más nada. Por lo que me cuentas, él está jugando contigo, no lo reconozco, pensé que lo conocía.

•Un amor incondicional•(En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora