Estaba volando. Se movía por los cielos, con el viento aullando a su alrededor.
Podía escuchar ruidos. No había ningún viendo azotándole el rostro, sin embargo. Y algo incómodo y puntiagudo se clavaba en su espalda. Sus instintos le gritaban que abriera los ojos, pero él se limitó a cerrarlos con más fuerza. ¿Para qué abrirlos, cuando la realidad que había allí fuera era terrible?
Link sintió un tirón repentino. Intentó quejarse, pero no brotó ningún sonido. Hubo otro tirón más. Y luego otro.
No le quedó más remedio que abrir los ojos. Lo primero que vio fue el sol cegador sobre su cabeza. Estaba muy cerca, más que de costumbre. Intentó protegerse los ojos, pero sentía los brazos pesados como rocas.
El cielo se movía. Las copas doradas de los árboles pasaban de largo sobre su cabeza. Link frunció el ceño. Algo iba mal. Escuchaba sonidos mecánicos cerca de él, extraños y antinaturales.
Comprendió, quizá demasiado tarde, que alguien estaba arrastrándolo por las piernas.
Percibía el agarre frío y doloroso allí. Estaba seguro de que iba a dejar marca. La tierra y los guijarros se clavaban en la piel desnuda de su espalda cada vez que daban tirones para seguir arrastrándolo.
Inspiró hondo y alzó la cabeza. Lo que vio le heló la sangre en las venas. Dos artefactos que le llegarían por la cintura, verdosos y con detalles blancos hechos de piedra, lo mantenían sujeto, cada uno por una pierna. Sus manos eran solo pinzas, unidas al cuerpo por energía verdosa rodeada de anillos de piedra, como el gólem que había visto poco después de desertar en la isla. Pensándolo bien, aquellas nuevas criaturas compartían cierto parecido con aquel gólem. Parecían estar hechos del mismo material, y tenían los mismos símbolos decorando su cuerpo.
En la parte superior de su cuerpo, cada artefacto tenía una hoja de piedra, afilada como la de un cuchillo. Eso, sin embargo, sí que los diferenciaba del gólem que se había comunicado con él.
Aquellas criaturas claramente no tenían buenas intenciones. Nadie que intentara hacerte daño mientras dormías las tenía. No sabía qué eran aquellos bichos. Lo único que Link tenía claro era que debía zafarse de su agarre y huir de allí. Ponerse a salvo, buscar a Rauru y encontrar a Zelda.
Pensar en Rauru lo hizo enfadar. ¿Sería todo parte de algún plan retorcido del espíritu? Lo había acompañado hasta un campamento en los jardines junto al Templo del Tiempo. Él había estado tan agotado que se había dejado caer sobre la tierra, junto al calor de una hoguera. Debía de haberse dormido antes de que Rauru hubiera empezado a hablar siquiera.
Diosas Doradas, odiaba estar tan débil. Ni siquiera podía empujar una maldita puerta.
«Y ahora esto.» Intentó pensar. Mantener la cabeza fría. No tenía más armas que la maltrecha Espada Maestra. Dudaba que sirviera de algo contra los cuerpos de piedra de aquellas criaturas.
Lo mejor que podía hacer era aprovechar el factor sorpresa. Aquellos bichos no sabían que él estaba despierto. Seguían avanzando, de espaldas a él. Link no había percibido ningún cambio en su actitud desde que abriera los ojos.
Tenía que ponerse en movimiento antes de que a alguno de los dos bichos se le ocurriera girarse.
Sus brazos seguían libres junto a sus costados. Con la mano izquierda se aferró a una roca cercana, y con la derecha, al tronco de un árbol, con cierto esfuerzo. Sabía que el agarre en aquella mano no aguantaría mucho, sin embargo.
Las criaturas dieron otro tirón, pero en esa ocasión Link no se movió. Ambas se giraron, y Link lanzó la roca. Chocó contra el único ojo rojizo de una de las criaturas. Retrocedió con un chirrido agudo y soltó a Link al instante. Él le asestó una patada a la segunda criatura, que se tambaleó unos pasos.
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The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom
FanfictionCuando una extraña aura empieza a manar de las profundidades del reino y hace enfermar a todo el que se acerca, Link y la princesa Zelda, salvadores de Hyrule, viajarán hasta el corazón del reino en busca del origen del desastre. Aunque Link se encu...