Capítulo 32: Nacido de una pesadilla

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La hoguera chisporroteaba alegremente, contrastando con la noche helada. Link se acercó más al fuego, con los pies descalzos, y extendió las palmas de las manos. El calor agradable hizo que recuperara algo de movilidad en los dedos entumecidos. Tal vez la tormenta hubiera terminado, pero en Tabanta seguía haciendo frío.

—Diosas Doradas, llegué a pensar que nunca volvería a entrar en calor —dijo Link. Si se pegaba un poco más al fuego, estaba seguro de que se quemaría.

Nyel limpiaba su instrumento, considerablemente más alejado de la hoguera que él. A decir verdad, Link no sabía qué estaba haciendo. ¿Afinarlo? ¿Engrasarlo, tal vez?

—Eres un hyliano duro de roer —dijo el bardo, mirándolo con una sonrisa—. Dudo que los abrigos orni te protejan lo suficiente del frío en un clima tan hostil.

—Cuando estás luchando por tu vida, siempre tienes la sangre caliente —repuso Link. Luego se encogió de hombros—. O al menos eso es lo que me pasa a mí.

Llegarían a la sede de la gaceta al día siguiente, antes del atardecer. Nyel era un buen compañero de viaje. Y a él le había venido bien. Link no estaba seguro de cómo reaccionaría al quedarse a solas con sus pensamientos, después de haber pasado tanto tiempo acompañado de Tureli. El muchacho le había alegrado los días, a su manera. Pero Nyel era siempre de la mejor compañía que uno podía pedir.

—Ese zonnan del que me hablaste... —dijo Nyel de pronto, rompiendo el silencio—. El rey Rauru. ¿Cómo es? Yo nunca he visto a un zonnan con mis propios ojos.

Link contempló su mano derecha con cierta diversión. Por algún motivo que se le escapaba, estaba casi seguro de que Rauru y Nyel podrían llevarse de maravilla, si llegaran a conocerse. Aunque Nyel no era ni de lejos tan insufrible como Rauru, a ambos les gustaba hablar de la forma más críptica posible. Parecían oráculos en ocasiones.

—Es un bastardo y un embustero.

—Oh, una gran descripción. Profunda. Absolutamente objetiva y detallada. La mejor que...

—Por Hylia, lo sé —gruñó Link. Nyel le sonrió. Él se mantuvo en silencio por un rato, buscando las palabras adecuadas. ¿Cómo describirle a Rauru? ¿Conocía siquiera lo suficiente al espíritu para darle la imagen verdadera a Nyel?—. Es... el rey más regio que he visto en mi vida. ¿Eso tiene sentido?

—De cierta forma —respondió Nyel, aunque su tono lleno de curiosidad lo instaba a continuar.

—A veces parece que tiene un palo metido por el culo. —Nyel hizo una mueca. Link sabía que le disgustaba aquel tipo de lenguaje. El bardo era refinado, a su manera. Pasar tanto tiempo en posadas y tabernas no parecía afectarlo en absoluto—. Es una mezcla entre una sombra sheikah y los grandes reyes de los que hablan las historias. Esos que no existen.

—¿Solemne, honorable, comprometido con su deber?

—Todo eso —asintió él—. Pero creo que también es un necio. Cree que puede proteger a todo el mundo. Y que lo sabe todo. Y creo que también... Bueno, carga con una pena muy grande. No sé qué le pasó exactamente. Nunca me da respuestas claras cuando le pregunto.

Nyel parecía pensativo. Reflexionó por unos momentos y luego sonrió otra vez. Tocó una nota alegre en su instrumento.

—Me recuerda a alguien, aunque no sabría decir por qué...

Link le dirigió una mala mirada.

—Yo no me parezco en nada a él.

Era lo mismo que le había dicho a Rauru, hacía no tanto. Link sintió un escalofrío. Sus propias palabras resonaron en su cabeza. ¿Qué parecido podía compartir con aquel fantasma? Sí, él también era un necio y un idiota. Y tal vez se obsesionaba demasiado con proteger a los demás. Pero él no hablaba con adivinanzas, ni se movía con el porte de un hombre que siempre estaba seguro de sí mismo y que no tenía un solo arrepentimiento. No, en ocasiones Link tartamudeaba al hablar y temblaba como una hoja de puro nerviosismo.

The Legend of Zelda: Tears of the KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora