Capítulo 11: El poder para crear

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El poder para crear resultó ser tan terriblemente engorroso como las sandalias zonnan. Tal vez fuera algo que todo lo creado por aquella tribu tenía en común.

Rauru lo llevó al lugar que había llamado santuario. Cuando Link unió su mano derecha con el símbolo de energía verdosa que flotaba frente a la entrada, un hueco había aparecido en la estructura, fluctuante, rodeado de llamas verdes. Lo que había más allá parecía borroso.

Link había retrocedido, asustado, pero Rauru lo había animado a continuar. El espíritu parecía entusiasmado, aunque había evadido las preguntas de Link sobre el poder por el camino. A él le habría gustado enfadarse, pero lo cierto era que ya ni siquiera le sorprendía que Rauru le ocultara información. Al menos tenía la sensación de que Rauru estaba guardándose las respuestas sobre aquel poder para revelárselas cuando fuera adecuado.

Cuando cruzaron la entrada, fue como si hubieran accedido a un mundo completamente distinto.

Las paredes y el suelo eran de un color blanquecino, entre el del mármol y el del hueso, con detalles dorados. Resplandecían, como si alguien acabara de limpiarlas, aunque allí dentro no parecía haber nadie más, aparte de Link y el espíritu. Las sandalias de Link no dejaban huellas en el suelo.

El techo era de una extraña energía transparente que fluctuaba sobre su cabeza. No parecía que más allá estuviera el cielo azul, y los rayos del sol tampoco se entreveían a través de aquella capa transparente.

Al menos los santuarios sheikah habían tenido un techo sólido. O aparentemente sólido.

Aquel santuario zonnan se extendía a lo largo, hasta donde alcanzaba la vista, con un pasillo que parecía llevar hasta otra habitación. Link miró a Rauru, boquiabierto.

—¿Cómo...? —farfulló. El espíritu seguía sonriendo, aunque estaba demasiado estupefacto para sentirse molesto—. Parecía pequeño desde fuera. ¿Cómo demonios...?

Rauru rio, alzando el brazo derecho para examinarlo más de cerca. El espíritu parecía más... sólido en aquel santuario. Más corpóreo.

—Un antiguo poder zonnan. Contener algo muy grande en un recipiente varias veces más pequeño resultaba muy útil para nuestros palacios, más allá de las nubes.

—Vuestros... ¿Qué?

Rauru le puso una mano en el hombro. El contacto fue frío, fantasmal. Pero, si se concentraba, podía sentirlo sobre su piel.

—Contábamos con un poder que servía para albergar elementos en recipientes de menor tamaño. Era similar a Combinación, pero no servía para juntar, sino para contener.

Link observó su propio brazo derecho. Emitía leves destellos verdosos.

—¿Y yo también... tengo ese poder? ¿Por tu brazo?

Rauru rio de nuevo.

—Me temo que no. No creí que fuera a resultarte útil.

—Diosas Doradas, ¿cómo no iba a resultarme útil un poder así?

El espíritu le dio unas palmaditas a Link en el hombro.

—Si te sirve de consuelo, te he transmitido mis poderes favoritos.

Él ni siquiera podía imaginar un poder mejor que el que estaba describiendo Rauru, pero se abstuvo de seguir haciendo comentarios. Se concentró en el santuario que se extendía ante ellos.

Con cautela, ascendieron por una corta escalinata y llegaron a una estancia más amplia. Allí, el suelo era dorado, y resplandecía bajo la luz pálida que se filtraba por el techo. Al acercarse más, Link vio que había una fisura en medio de la habitación, separándola del resto del santuario. Era muy amplia para que él pudiera cruzarla de un salto. El fondo de aquel abismo era imposible de distinguir, oscuro como la boca de un lobo.

The Legend of Zelda: Tears of the KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora