Capítulo 36: Lo que ya está muerto

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—Estás completamente loco, shiok.

Link le dirigió una mirada plana a la dueña de la posada del Bazar Sekken.

—Solo quiero una morsa para llegar a la Ciudadela.

—¿Para qué? ¿Es que no has visto la tormenta de arena?

La mujer era gerudo, pero apenas hablaba el hyliano común con acento. Supuso que trabajar en una de las posadas más concurridas de Hyrule, rodeada de extranjeros, había ayudado en gran medida.

—La he visto.

La posadera dejó escapar un sonido lleno de incredulidad.

—Shiok idiota. Vas a morir ahí fuera.

Link suspiró y sacudió la cabeza.

—Te pagaré.

Ella frunció el ceño. Miró a su alrededor y se inclinó sobre el mostrador.

—No es solo la tormenta de arena —dijo en voz baja—. También hay monstruos. Monstruos extraños.

Link maldijo para sus adentros. Había oído la misma historia tantas veces que ya había perdido la cuenta. Empezaba a pensar que aquellos supuestos monstruos no existían en realidad. Nadie parecía haberlos visto, ni sabían cuál era su aspecto.

—¿Qué clase de monstruos? —quiso saber, intentando ocultar el cansancio en su voz.

La mujer titubeó por un instante. Era extraño ver a una gerudo vacilar.

—No los he visto con mis propios ojos —susurró ella, mirándolo fijamente—. He oído que son momias. Atacaron la Ciudadela Gerudo hace un tiempo.

Sintió que la sangre se le congelaba en las venas. De pronto, la amenaza de aquellos monstruos le pareció real del todo.

—¿Hubo un ataque? ¿Qué...?

La posadera lo hizo callar con un siseo brusco.

—Baja la voz, shiok. Esta gente ya está asustada. —Señaló los viajeros que se hospedaban en la posada del bazar. Link había percibido los gestos de nerviosismo nada más poner un pie en el bazar. Las conversaciones ahogadas. Había presenciado situaciones parecidas en numerosas ocasiones, cuando visitaba aldeas atenazadas por el miedo—. No quieres espantar a todos mis clientes, ¿verdad?

Link miró a la mujer, incrédulo.

—Si este lugar no es seguro, deberíais iros de aquí.

El gesto de ella enrojeció, como si Link la hubiera insultado de alguna manera. Estaba seguro de que, si no estuvieran en medio de su posada, la mujer ya le habría dado un puñetazo.

—Eso no es asunto tuyo, shiok. Puedo defender mi negocio sola. No eres el único con un arma aquí dentro.

Link abrió la boca para protestar, pero con solo ver los ojos de piedra de la mujer, decidió que no valdría la pena. No iba a escucharlo, por muchas objeciones que pusiera. Y él no pensaba permitir que ningún monstruo atacara el Bazar Sekken, de todas formas.

«Demasiadas promesas», susurró una voz en su cabeza, pero se obligó a sí mismo a ignorarla. En cambio, inspiró hondo y sostuvo la mirada de la gerudo otra vez.

—¿Tendré mi morsa o no?

Ella gruñó una maldición en gerudo, y Link eligió tomar esa respuesta por un sí. Si la mujer no aceptaba, él pensaba llevarse la morsa a hurtadillas de todas formas. No iba a extender su visita al Bazar Sekken por mucho más tiempo. Planeaba marcharse a la mañana siguiente, al amanecer, cuando el calor del desierto no se había vuelto completamente insoportable todavía.

The Legend of Zelda: Tears of the KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora