Capítulo 41: La Ciudadela Gerudo

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Decidieron atacar dos días después, gracias a que la capitana Teake y el resto consiguieron convencer a Riju de que era lo más sensato. Las gerudo que todavía se encontraban en el refugio se esconderían en las ruinas del templo del norte, acompañadas por una guarnición de soldados.

Link dudaba que fueran a llegar a eso. Los gibdo podían parecer temibles al principio, pero acabar con ellos no suponía ninguna complicación, una vez conocías su punto débil. Las gerudo estaban preparadas para enfrentarse a ellos. Link se había asegurado de eso.

Les había proporcionado más armas Combinadas, incluidas flechas de fuego. Había trabajado sin descanso durante la mayor parte de los últimos dos días. Notaba como su brazo cosquilleaba todavía, incluso mientras se dirigía a la Ciudadela junto a las guerreras gerudo, en su propia morsa del desierto. Esperaba no haberse excedido.

«Mientras no me caiga muerto, todo irá bien», pensó, con la vista clavada en el horizonte. Algunas guerreras se habían adelantado, apostadas sobre las murallas. Atacarían a los monstruos con flechas.

Riju iba en la retaguardia, por insistencia de su propio pueblo. Y también para su eterna insatisfacción. Su poder les sería útil, aunque las capitanas tampoco querían arriesgarse a dejar a su matriarca tan expuesta. Y él estaba de acuerdo. Las gerudo eran un pueblo de guerreras, pero también eran sensatas.

«Solo un poco más, Zelda», pensó él. Cuando Riju tomara la Ciudadela Gerudo de nuevo, podrían ayudar a Link a buscarla por fin.

Durante los últimos dos días, Riju había enviado exploradoras por el desierto, con el propósito de encontrar más colmenas de gibdo y destruirlas. La misión había resultado exitosa, aunque no podían saber por seguro que no quedaban más colmenas en el desierto.

Las soldados formaron ante la muralla de la Ciudadela. La capitana Teake encabezaría el ataque. Él escuchó en silencio mientras la mujer hablaba a las demás en la áspera lengua gerudo. Diosas, Zelda tendría que enseñarle a hablarlo cuando todo terminara. Ella conocía bien la lengua gerudo; había pasado mucho tiempo en el desierto antes del gran cataclismo.

Las soldados se lanzaron hacia las murallas entre gritos de guerra. Link desenvainó su propia espada y las siguió, ajustándose la capa para protegerse en la medida de lo posible de la tormenta de arena.

Los monstruos acudieron a su encuentro. Los vio salir del interior de casas y puestos abandonados en la plaza de la Ciudadela. Había al menos cien, solo allí. Muchos más de los que habían atacado el Bazar Sekken.

«Podemos con ellos —pensó él mientras varias guerreras se apartaban de la formación principal y corrían en dirección a los callejones de la Ciudadela—. Son fáciles de derrotar.»

Llovieron flechas llameantes desde lo alto de las murallas. Los monstruos cayeron, uno tras otro. Los otros gibdo no dieron señales de haberse inmutado; siguieron dando pasos renqueantes hacia las soldados gerudo.

Link atravesó a uno de los monstruos con la espada. Luego se dio la vuelta y acabó con otro. De reojo, una llamarada de fuego le llamó la atención. Había Combinado el escudo de Adine con el artefacto con forma de dragón que había obtenido del dispensador zonnan. Lo habían probado en las afueras del Bazar Sekken, pero Link no había tenido oportunidad de verlo en acción hasta el momento.

Adine acabó con más de cinco monstruos a la vez. Varias guerreras se habían detenido a observar, boquiabiertas. Link sonrió para sus adentros. Aquella Combinación podría serle útil, aunque no acostumbraba a llevar escudo. Le parecía un armatoste pesado cuando salía de viaje.

Un monstruo gruñó cerca de él, y lo atravesó de lado a lado con la espada. El gibdo quedó reducido a cenizas.

Aquello continuó durante un rato. Hacía movimientos mecánicos; cuando se cruzaba a un monstruo, lo pulverizaba con un toque de su espada. Las arqueras seguían disparando flechas, y las gerudo luchaban con la fiereza de siempre. Riju había quedado relegada a la retaguardia, defendida por Adine y varias de sus otras escoltas. La muchacha no parecía muy contenta por no haber tenido ocasión de acabar con un gibdo personalmente.

The Legend of Zelda: Tears of the KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora