Capítulo 29: Necio

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Tureli no sintió el impacto al chocar contra la capa de hielo, a pesar de que se había preparado para ello. Pudo escuchar el sonido del hielo haciéndose añicos, seguido del chillido del monstruo, pero no sintió dolor. Todo lo contrario; era como si hubiera vuelto a ser un polluelo, cuando su madre lo abrazaba durante las noches frías en el poblado.

Abrió los ojos, sorprendido. No había un solo rasguño en sus alas. Se volvió para encarar al monstruo, que se retorcía con violencia en el aire. Tureli jamás había visto algo parecido.

—¡Aléjate! —gritó Link de pronto. Tureli apenas recordaba que lo llevaba sobre su espalda.

Cuando Gelminus chilló de nuevo, Tureli batió las alas para ganar altura y puso rumbo al arca celeste. El viento empezaba a comportarse de forma extraña; soplaba a intervalos, a veces con una fuerza que amenazaba con dominarlo, y un instante después siendo poco más que una brisa. Lo único que Tureli sacaba en claro era que no había una sola ráfaga de viento amiga, por el momento.

Aterrizó sobre el arca celeste, justo a tiempo para oír un ruido sordo. El monstruo se rompió en mil pedazos, como si estuviera hecho de cristal, levantando una ola expansiva a su paso. Tureli se lanzó al suelo y se cubrió la cara con un ala. Cerró los ojos con fuerza otra vez.

Todo terminó muy deprisa. El viento dejó de soplar con fuerza poco a poco, regresando a la calma. Tureli incluso dejó de percibir la opresión que había tenido en el pecho durante... ¿cuánto tiempo, exactamente? ¿Tal vez desde que la tormenta dio comienzo en el poblado?

Miró al cielo. Gelminus había desaparecido por completo, sin dejar rastro. Tureli dejó escapar una exclamación ahogada.

Se acercó a Link, que se había tirado de bruces al suelo también. Le sacudió el hombro, y Link se dio la vuelta para mirarlo.

—¿Está muerto? —preguntó en un gruñido. Al principio, cuando no lo conocía tan bien, Tureli había pensado que gruñía cuando estaba enfadado. Sin embargo, durante aquel viaje había aprendido cómo sonaba Link al enfadarse. Y no gruñía tanto, extrañamente.

—¡Ha desaparecido! —exclamó Tureli, aunque ya no tenía que gritar para hacerse oír por encima del viento—. Link, creo que nos lo hemos cargado.

Tureli se abalanzó sobre él y lo abrazó con fuerza. Sabía que había logrado algo bueno aquel día. Algo verdaderamente importante. Había protegido a su gente, tal y como él había querido. Y, además, Tureli no había visto que Link recibiera muchos abrazos últimamente. Y el pobre hombre tenía un aspecto horrible. Se merecía un abrazo. Y Link lo sabía también, a juzgar por la manera en la que le devolvió el gesto.

Tureli se separó de él, con los ojos muy abiertos.

—¿Qué fue lo que hiciste al final? ¡Tendría que haberme partido la cabeza al estamparme contra el monstruo! ¿Tiene que ver con tu brazo?

Link le dio un apretón en el hombro con su brazo derecho, que emitía destellos verdosos. Tureli desearía tener un ala que brillara también. Y que le proporcionara poderes tan inimaginables como los que Link poseía. Podría crear tantas combinaciones con flechas...

—Has hecho un buen trabajo.

Tureli siempre sentía un vuelco en el estómago cuando Link utilizaba aquella voz tan solemne. Era como si las mismísimas Diosas estuvieran felicitándolo.

—Lo que tú has hecho ha sido más increíble —replicó Tureli, todavía pensando en la última hazaña de Link—. Yo solo te he llevado encima.

Tureli no se esperaba que Link soltara un bufido como respuesta.

The Legend of Zelda: Tears of the KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora