Capítulo 30: Sano y salvo

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Volaron de vuelta al Poblado Orni, porque Tureli decía sentirse con más fuerza que nunca. Aseguró que no le supondría ninguna dificultad llevar a Link sobre su espalda hasta allí, especialmente teniendo en cuenta que ya no estaban en medio de una tormenta monstruosa.

Por supuesto, Tureli no dejó de parlotear en todo el viaje.

—¿Qué crees que dirá mi padre? ¿Estará orgulloso? Seguro que va a reñirme, aunque espero que me deje salir de patrulla más a menudo.

—Seguro que está orgulloso —respondió Link. Volar con Tureli era sorprendentemente agradable, sobre todo cuando el viento no amenazaba con partirlo en dos—. Y aterrado. Yo lo estaría, si fuera tu padre.

Tureli lo miró con el ceño fruncido.

—Pero ya me he cargado a un monstruo gigante.

—Eso no te hace invencible.

Tureli fue a protestar, aunque al final tuvo que comprender que él tenía razón, porque asintió con la cabeza en silencio y se concentró en el cielo de nuevo. Al cabo de un rato, sin embargo, volvía a hablar sin parar.

A Link no le importaba. De hecho, incluso lo prefería. La voz de Tureli era mejor compañía que sus propios pensamientos sombríos. Aprovecharía cualquier oportunidad que se le presentara para evitarlos.

—Medoh dijo que podría volver a verlo si tocaba la piedra secreta estando en el arca celeste. Dice que su espíritu está anclado ese lugar. En su época era una especie de sitio sagrado para el Sabio del Viento. ¿Recuerdas que el nombre de la Bestia Divina era Vah Medoh?

Link rio para sus adentros.

—Claro que lo recuerdo. Intentó matarme.

Tureli lo miró con una sonrisa amplia.

—Seguro que los sheikah le pusieron ese nombre en honor a él. A Medoh.

Frunció el ceño. Nunca había pensado que los sheikah tendrían relación con los zonnan y sus tradiciones sagradas, aunque lo que proponía Tureli tenía sentido. Ambas tribus eran similares, de cierta forma.

—Tal vez.

Tureli volaba deprisa, como impulsado por el viento. Ahora era incluso más evidente. Link tendría que haber visto venir que el muchacho era más de lo que cualquiera habría esperado. Tendría que haberse dado cuenta de que sus habilidades eran imposibles, tanto que solo podían ser obra del destino.

Al atardecer de aquel mismo día, distinguieron formas que se movían entre la nieve, en dirección al Poblado Orni. Tureli volaba a menos altura, de modo que lograron identificar al grupo de orni rápidamente.

—Son Harth y los demás —dijo Tureli. Miró a Link, esperanzado—. Deberíamos ir con ellos.

Link cuadró los hombros y asintió con la cabeza. Sabía que Harth no iba a estar contento cuando lo viera. Y, probablemente, Teba tampoco.

Los orni se detuvieron antes de que Tureli aterrizara. Link escuchó susurros y exclamaciones ahogadas. El grupo estaba entero, y parecían más o menos ilesos. Agotados, pero ilesos. Fueron hacia ellos a toda prisa, encabezados por Harth.

«¿Habrán pasado todos estos días buscando a Tureli?», se preguntó, sintiéndose culpable, aunque en el fondo sabía que Tureli tampoco habría vuelto por sí mismo si Link no se hubiera apartado del grupo para ir en su búsqueda.

Oneli y Harth se arrodillaron ante Tureli, examinándolo de arriba abajo con ojos llenos del preocupación. Tureli les aseguró que estaba bien, sonriente. Empezó a contar todo lo que había ocurrido, pero se detuvo al ver que Harth se ponía en pie.

The Legend of Zelda: Tears of the KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora