Te conocí en Buenos Aires, bajo la sombra de los viejos edificios, con el canto de los aves a nuestro alrededor, la brisa de la lluvia mojando nuestros cuerpos y el destino acompañándonos.
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Conocí a Enzo en el verano, hacía mucho calor en Chile y por las tardes la lluvia inundaba las calles creando charcos interminables en las calles.
Fue precisamente en una lluvia torrencial que coincidí con el, era alrededor de las seis o siete de la tarde y el sol ya estaba empezando a ocultarse, el cielo se había teñido de una paleta de colores entre el gris el azul y el olor a pasto húmedo picaba en el olfato.
Mi viejo bolso se había llenado de agua debido a la tormenta que me rodeaba, mi cabello se pegaba a mi nuca, mi maquillaje corrido sobre mi rostro y mis dientes temblando debido al frío que sentía.
De pronto, un automóvil de color azul paso a rápida velocidad empapándome del asqueroso agua sucia que se había acumulado en la acera, obviamente me queje y a los segundos se detuvo y del bajo un alto hombre con el cabello medio largo de color negro.
Su nombre era Enzo, un músico que estaba estudiando una especialidad en la misma universidad, de hombros anchos, sonrisa entusiasta, cejas pobladas y carácter amable.
Se disculpo bastante apenado, se ofreció a llevarme a casa y para mi fue imposible rechazar dicha propuesta sin saber que eso marcaría un antes y un
-¿Emi? ¿Quién te mando mensaje? - escuché la suave voz de Bianca.
-Nadie.
La noche pasada me había llegado dicho mensaje en donde se me pedía que yo no mencionara nada de la noche anterior.
No sé porque esperaba algo diferente, ni siquiera se porque pedí su ayuda si yo ya sabía que no me la brindaría.
Me pregunto ¿Cómo se llevará mi padre con sus hijastros?
Después de arreglarme salí del departamento dirección a una casa que había en una zona acomodaba en Buenos Aires, un hogar que era habitado por una pareja, dos gemelas y un chico que rodeaba mi edad.
"Mi familia"
Tome prestada la oxidada bicicleta de la rubia que era de color amarillo con unas horribles pegatinas que sabrá Dios de donde las había conseguido junto a una vieja y fea canastilla de mimbre con un peluche amarrado.
Bianca me hizo jurarle que cuidaría con mi vida esta cosa y sinceramente si lo hiciera.
Pedaleé hasta la casa hasta detenerme en la entrada de esta.
Era enorme, muy bien cuidada, limpia y se veía como una estereotipica casa de una familia promedio.
Tome mi celular y tenía señal, muy buena señal.
Antes de entrar escuché detrás de mi lo que parecía ser un motor pesado de algún automóvil, rápidamente me quité de la calle pues era obvio que si no lo hacía me terminarían aprovechando y no había forma más vergonzosa de morir que siendo arroyado por un auto.
Pareció casi un chisto de al gusto cuando del auto bajo un hombre con la piel tostada por el sol, cabello y ojos negros y una sonrisa que rápidamente se desvaneció.
