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El desequilibro anunciado

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El desequilibro anunciado.

Corrí por las calles de Buenos Aires, de mi cabello enormes gotas de agua se resbalan hasta chocar con mi rostro o con alguna parte de mi cuerpo y terminar muriendo en el suelo.

Era septiembre, alrededor de las cuatro o cinco de la tarde, no estaba segura porque las pilas de mi reloj habían fallecido y para agradaran mi desdicha la pila de mi celular estaba caducada.

No tenia absolutamente nada para saber la hora.

Llegue al hospital, oficialmente este lugar se convertía en el más fastidioso y aborrecible de la ciudad, desde las paredes en exceso limpias que me producían ansiedad, pasando por el olor de la lejía rozando mi nariz y culminando con el simple echo de que me traía recuerdos desagradables.

Yo perdí mi vida en un hospital, seguía viva, pero me sentía muerta.

Camine hasta llegar a la recepción en donde me atendió con amabilidad una joven de cabello negro bastante rizado y me indico que debía de esperar un poco para poder ver a mi prima.

Dolores Diaz, la mujer más guapa y bonita que había conocido en toda mi vida, bastante alta, con la nariz fina y pómulos marcados. Cabello rubio natural bastante sedoso y unos preciosos ojos verdes que se escondían detrás de unas enormes y coquetas pestañas.

Había un pequeño lunar debajo de su ojo izquierdo, siempre usaba un maquillaje suave, vistiendo de colores rosas o pasteles y las uñas perfectamente cuidadas con barniz transparente.

Tenia un acento poco marcado, apenas perceptible al oído y la voz sumamente melodiosa, parecida al canto de una sirena.

Usando perfumes florales y lociones medio dulzonas dándole este olor tan particular de sí misma.

Era la mujer más perfecta y original que había conocido en mi vida, por eso me impresiono verla de esa forma.

Incluso creo que sentí ganas de vomitar, ahora era una vil y asquerosa copia de mí, me hizo sentir pegajosa y un poco asqueada, la mujer que estaba frente a mi era completamente desconocida, ella no era Dolores Diaz, era una sombra inhumana mía.

-Emilia, te ves bien ¿verda? - susurro ella, alargando las silabas, remarcando la s y erradicando la d en la última palabra.

Quise llorar.

-Tu no te ves mal- le respondí dejando caer mi rodilla derecha en el colchón, ella pareció incomodarle mi respuesta pues torció la boca y me miro con algo de molestia.

-Luzco exactamente igual a ti.

-Lo sé, eso es algo perturbador- le dije riendo, pero ella no carcajeaba -No sabia que querías ser yo- le dije intentando romper hielo, aunque creo que lo empeore.

-Yo tampoco hasta que lo conocí a el-

Me quede callada, decidiendo tomar el tiempo de estudiar su rostro; estaba bastante pálida, de un color casi amarillento, su nariz estaba teñida de rojo, de sus ojos se asomaban unas ojeras bastante profundas y que me parecían inquietantes, en su pómulo izquierdo; en donde estaba su característico lunar estaba ocupado por un terrible moretón y de sus carnosos labios un montón de cortes sobre salían.

ᴛᴇ ᴄᴏɴᴏᴄÍ ᴇɴ ʙᴜᴇɴᴏꜱ ᴀɪʀᴇꜱ.//ᴇꜱᴛᴇʙᴀɴ ᴋᴜᴋᴜʀɪᴄᴢᴋᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora