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1996, [My half sister and her double mask]

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1996, [My half sister and her double mask]

Mattheo Riddle.

Ser cuidado por Lyra era una puta tortura.

Había sido una larga noche; en dónde no pudo siquiera cerrar los ojos y pretender dormir. Lyra no se lo permitió.

Sabía que era una manera de recordarle a Mattheo que no quería estar ahí; pero le importaba un carajo, si ella tenía los cojones de entregarle galletas de maní, él entonces la haría sufrir de otras maneras.

Eran las dos de la madrugada, y Lyra se encontraba sentada en una silla de madera blanca situada a su lado izquierdo; aún tenía su uniforme puesto, limitándose a quitarse la larga túnica negra y manteniendo con ella su suéter grisáceo que resaltaba su corbata escarlata con dorado.

Tenía los brazos cruzados y se negaba a mirarlo; sus orbes azules fijos en el otro punto de la habitación, con sus labios crispados y su ceño fruncido, perdida en sus propios pensamientos.

¿Por fin lo dejaría en paz? Era un milagro.

No sabía por cuánto tiempo soportaría a Lyra fingir ser experta en magia de sanación mientras le metía a la boca píldoras que le causaban una puta diarrea del asco. ¿Por qué Poppy lo permitía?

Podía ver a la enfermera caminar de un lado a otro para atender a los demás alumnos que necesitaban de su cuidado; pero no se detenía para revisar que todo estuviera en orden con él.

Incluso, parecía divertida al verlo de reojo correr hacia el pequeño baño que la enfermería tenía, todo porque Lyra lo había obligado a tomar esas malditas píldoras, que el sabía, fueron creadas por los gemelos Weasley.

Lyra se carcajeaba en su cara; mientras fingía ayudarlo a recostarse en la camilla y envolverlo en la manta blanca con "cuidado"; dándole palmadas en su mejilla y decía con la suficiente fuerza como para que todos escucharan:

«Eso es Riddle, sácalo todo, que no quede ni una bola de excremento en tu trasero; lo estás haciendo bien, te prometo que te premiaré cuando salgas de aquí por ser un buen chico»

Era una maldita cínica.

Parecía que Lyra se había cansado de jugar, y eso le había dado un respiro necesario a Mattheo; pero ni así podía dormir, no ahora que él corderito se mostraba tan perdido en sus pensamientos.

Quería entrar a su mente, saber lo que sucedía en su cabeza, entender que era lo que le parecía atormentar; pero no tenía sentido preguntar, Lyra no respondería, y Mattheo no era (gracias a Merlín) su amigo.

Pero la curiosidad escarbaba por su piel con más frecuencia; el silencio se apoderaba de la habitación blanquecina de la enfermería. Él podía cerrar sus ojos, darle la espalda y fingir dormir, hacer cualquier cosa para darle a entender que la quería lejos.

Don't forget me. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora