Capítulo 28

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1992.

Liam siguió sin ver a Jenna desde que nació y sin contarle nada a Sandrine. Ellos dos se casaron. Noel y Natasha se fueron a vivir juntos. El hermano de Sandrine ya estaba en la facultad y se había hecho muy amigo de Noel y de su concubina. Una tarde, Noel, su mamá y Natasha estaban en lo de Isabelle. Jenna estaba jugando con sus tíos y su mamá en el patio. Los tres corrían, la perseguían, y la nena reía. Los abuelos estaban en una mesa mirandolós.

—Qué bueno que siempre se divierte con ellos —apreció Richard.

—Como quisiera que Liam también estuviera acá jugando con su hija y de paso traiga a sus otros hijos —anheló Peggy.

—Qué bueno que ustedes no se olvidaron de Jenna —dijo Elena.

—Nunca nos olvidaríamos; también es de la familia. —La nena fue corriendo hacia su abuela paterna, se detuvo y le pidió upa. Peggy la puso en su falda—. ¿Cómo estás, mi amor? ¿Te persiguen estos tres? —Miró a Isabelle y a los otros dos.

—Corre rápido —dijo Natasha algo cansada. Se sentaron los tres.

—¿Cómo vas con la facu? —preguntó Noel.

—Sigo en primero, pero ya termino. Estoy haciendo las dos últimas materias y en agosto paso a segundo —contestó Isabelle.

—Es una suerte que hasta ahora no le haya ido mal en ninguna —dijo Elena.

—Eso es porque estuviste haciendo pocas materias, supongo —le dijo Natasha a Isabelle.

—Es que tengo clase a la mañana, después trabajo hasta las 6 y cuando vuelvo, en lo único que pienso es en estar con mi hija. Entonces, entre menos materias, mejor.

—Es entendible —dijo Noel. La nena se puso a jugar con unos caballos de juguete que había sobre la mesa. Su tío la miraba—. ¿A qué estás jugando vos? —Jenna le sonrió y le dio un caballito. Noel lo agarró.

—Parece que son una familia. Son dos caballos y el potrillo —notó Peggy.

—Se los regaló una prima de Isabelle –contó Richard.

—Esta es la mamá, este es el papá y este es el hijito —dijo la nena señalando cada juguete.

—¡Muy bien! –la felicitó Isabelle.

—Cómo aprende mi nena —la felicitó también Peggy y le dio un beso.

—¿Por qué yo no tengo papá? Todos tienen papá —preguntó inocentemente.

—Yyy, bueno...tu tío Noel no tiene papá por ejemplo —empezó a explicarle Peggy.

—Pero vos sí tenés –agregó Isabelle.

—Nada más que...todavía no te puede ver —inventó Noel. No querían, al menos por ahora, que la nena supiera la verdad sobre su papá. Pensaban que decirle la cruda verdad iba a lastimarla teniendo tan sólo dos años.

—Pero lo vas a conocer algún día —le aseguró Natasha.

—¿Cómo se llama?

—Liam. Para la próxima te traigo fotos —prometió Peggy. Su nieta sonrió.

En lo de Liam, él y su mujer estaban en la pieza de sus hijos. Liam agarró una vaca de peluche.

—¿Qué es esto? —preguntó Liam.

—Muu —dijo Keegan.

—Digan "vaca" —dijo Sandrine—. Va—ca.

Va...—intentó Emily.

—Dale, vamos que te sale –la alentó Liam.

—Va...ca —dijo finalmente la nena.

—¡Muy bien! —la felicitó Sandrine. Ella y su marido aplaudieron. La nena también y reía.

—Muu —dijo Keegan.

—Bueno, para Keegan es una muu por ahora —dijo Liam sonriendo. Lo agarró del brazo, lo trajó para su lado y le hizo cosquillas. El nene reía.

Más tarde, Sandrine estaba viendo una carta que le mandó su amigo Vincent. Los nenes seguían en la pieza jugando. Liam se sentó al lado de su mujer y se apoyó en su hombro mientras trataba de leer—. ¿Otra de tu amigo australiano?

—No es australiano, es de acá pero se fue a vivir a Australia —contestó su esposa riendosé levemente. Terminó de leer y la guardó en el sobre.

—Como sea. Por suerte tus hermanos no insistieron con que vos y él sean novios las dos veces que vino a Oxford.

—No quiero ni pensar en cómo hubiera sido. Íbamos a quedar todos avergonzados.

—Pero bueno, no estás con él por suerte —dijo acariciandolé el pelo, y ella lo miraba—, sino conmigo.

—¿Estás celoso? —preguntó sonriendo y levantando una ceja—. Ni siquiera lo conocés. Lo conociste nada más en el casamiento y en el bautismo de los mellizos. Y lo único que hicimos fue hablar.

—Un poco, no sé —contestó suspirando. Le agarró una mano y la acarició—. Trato de que no me afecte lo que digan dos de tus hermanos.

—No tiene por qué. —Lo besó—. Te amo a vos y por eso me casé con vos. Liam le respondió con otro beso y le hizo un mimo.

A la noche, se pusieron a preparar la cena

—¿Mañana qué hacemos? ¿Viene tu familia, vamos a casa de mis papás...?

—Vayamos nosotros a lo de mi vieja. A lo mejor va Noel también. Lo malo es que va a llevar a la pesada de su mujer. Ahora que viven juntos, la lleva a todos lados, mucho más que antes —se quejó como siempre. Sandrine dejó lo que estaba haciendo y le tocó el hombro.

—Liam, mirame. —La miró—. ¿No te vas a llevar bien nunca con tu cuñada? No te pido que seás amigo. Naty es buena persona, nunca le hizo nada a nadie y tu hermano está con ella porque la quiere. No es posesiva.

—Igual no me cae bien —se empeñó.

—Te parecés a May y Spencer actuando así. —Metió la fuente con la comida en el horno—. Después no te quejés de que no te aceptan —le advirtió señalando con el dedo. Cerró el horno y se puso a limpiar la mesa con una rejilla. Liam la abrazó por detrás.

—Con que me aceptés y me quieras vos, es suficiente para mí. —La mimó y le dio besos—. Vos y nuestros hijos. —Ella se dio vuelta, lo acarició y lo besó. Luego se sentaron a comer los 4.

Al otro día, Liam y su familia fueron a lo de su mamá. Noel y su pareja también estaban ahí. Los mellizos se entretenían con sus tíos y su abuela.

Ya era sábado, Spencer se juntó con Noel y Natasha en un bar.

—Ahora que tenés 18 años, podés ir a bailar con nosotros —invitó Noel.

—Sí, eso pensé, pero va tu hermano y no creo que sea buena idea. Sin ofender —dijo Spencer poniendo una mano adelante.

—Sabés que yo tampoco me llevo bien con él, ni me puede ver, pero lo mismo se junta con nosotros y nuestros amigos y la pasamos bien —contó Natasha para ver si así podía convencerlo.

—De todas formas, desde que él y Sandrine son padres ya no se juntan tanto con nosotros de noche. Así que a lo mejor no va. Pero ya que él y mi mujer están en paz —dijo haciendo comillas con los dedos en la palabra "paz"—, vos podés hacer lo mismo. No hace falta que hablés con él.

—Sí, puedo intentar —lo consideró—. Ustedes digan el día y nos juntamos —aceptó sonriendo.

—Ok, quedamos así —sonrió Noel.

Tu hijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora