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Vaggie se arrastró escaleras arriba, sintiendo cada paso como si levantara una tonelada de ladrillos. Todavía se estaba recuperando del daño físico y emocional de las últimas semanas, y eso la hacía sentir torpe y pesada. Su mente estaba acelerada, tratando de darle sentido a todo lo que había sucedido. Abrió la puerta de su habitación y vio a Charlie durmiendo pacíficamente en su lado de la cama.
Pensó en la mañana que habían compartido y una sensación cálida se extendió desde su estómago hasta su rostro. Quería a Charlie más que a nada, pero se sentía culpable por ello. Miró hacia otro lado y comenzó a quitarse la ropa, regañándose mentalmente. Ella sabía que era un desastre. Estaba dividida entre la pena y el dolor, la felicidad y la gratitud. No podía creer que Charlie la amara tanto, que le hubiera mostrado cosas que nunca antes había sentido.
Vaggie se quitó la camiseta sin mangas y los guantes, con cuidado de no tocar las cicatrices, y luego el parche. Odiaba lo difícil que era hacer cosas sencillas sin él. Lute siempre bromeaba diciendo que la falta de paciencia de Vaggie consigo misma iba mucho más allá del masoquismo.
Mierda.
Se apoyó en la cómoda y respiró hondo. No pudo evitar que las imágenes de su antigua amiga inundaran su mente. Los ojos de Lute, brillando de diversión mientras respondía a uno de sus chistes con un gesto sarcástico... sus dedos, sosteniendo la espada de plata con habilidad y gracia, su rostro cuando se iluminaba de alegría... su voz, fuerte y solidaria, reconfortante. Pero luego... sus ojos, fríos y vacíos, y la punta de su espada atravesando su ojo izquierdo...
Cerró su ojo y se mordió el labio. Se sintió mareada y con náuseas. Se golpeó la cuenca, esperando que el dolor la distrajera. Ella dejó escapar un jadeo. Se sentía avergonzada y enojada al mismo tiempo.
Vaggie había pensado que estaba lista para cualquier cosa cuando le perdonó la vida a ese niño pecador. Sabía que era su deber matar, como lo había estado haciendo durante la eternidad. Pero después de tantos años, la idea de quitar otra vida inocente la enfermaba.
No pensó demasiado en ello; pensar era peligroso, especialmente cuando la hacía cuestionar su papel como exorcista. Pero al final su misericordia le costó todo. Fue traicionada por su mejor amiga, quien le quitó el ojo y las alas como trofeo. No le quedó nada más que arrepentimientos y vergüenza. Sentía como si su cuerpo se hubiera vuelto contra ella... o tal vez estuviera tratando de salvarla de sí misma.
No podía dejar de pensar en Lute y Adam, los que más la habían lastimado. Su cuerpo tembló de rabia y se hizo un voto a sí misma. Iba a matarlos a todos, empezando por Lute. Superaría su miedo y lo haría sola. Era la única manera de restablecer el equilibrio, la única manera de compensar su debilidad como exorcista. Y después de lo que Adam les había hecho a ellos, a Charlie...
