Capítulo 29 [II]

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El capítulo no está del todo editado, si tiene errores, mil disculpas. ¡¡¡Un beso!!!

Ninguno dice nada cuando entramos al elevador, pero la tensión es tanta que podría palparse con los dedos, observo nuestra diferencia de altura, y aunque intento disimularlo, lo repaso de una forma no muy disimulada, mis ojos terminan viendo nuestro reflejo, y su mirada atrapa la mía a través del espejo.

Su iris azul no deja de impresionarme, y mis dedos cosquillean queriendo tocarlo, solo que cuando estoy por hacerlo, las puertas del ascensor se abren y contengo la respiración momentáneamente, sin pensármelo dos veces coloco mi mano en el pecho de Aleck evitando que salga, y asomo mi cabeza para ver si están los guardaespaldas de mi familia. Frunzo el ceño cuando no doy con ellos, no creo que mi tía me haya dejado completamente sola, pero supongo que tendré que aprovechar.

Giro mi rostro para decirle que ya podemos entrar cuando tira de mi hasta que mi espalda queda contra su pecho. Mi estomago se encoge y trago saliva cuando traza pequeños círculos sobre mi muñeca, sin embargo, Aleck se aleja de mi tan rápido como se había acercado.

Su expresión ha cambiado lo suficiente como para dejar ver al imbécil con el que lidio todos los días, hago una mueca y trato de que no note el efecto que tiene en mí.

—Ven, no hay nadie—le digo mientras avanzo al interior del apartamento, la sala está en completo silencio y el sol de la tarde se cuela por los ventanales hasta llegar al suelo de cerámica.

Un silbido suena a mis espaldas, seguido de la voz de Aleck, —No sabía que los bienes raíces daban tanto como para mantener una casa y un lugar como este—continúo caminando hasta la cocina, los pasos de Aleck resuenan tras de mí, no necesito voltearme para saber que me está siguiendo.

—¿Qué quieres decir? —pregunto una vez entramos a la cocina, abro el refrigerador, sin molestarme en mirarlo, saco un bote de helado y crema batida. Cierro la puerta y mi corazón da un salto cuando Aleck aparece detrás de la puerta, con la cadera apoyada en la encimera. Sus ojos están clavados en mí, aunque la máscara de indiferencia sigue en ellos.

—Tu madre tiene su propia compañía de bienes raíces, ¿No? —cuestiona, pero algo me dice que él ya conoce la respuesta, su atención va a mis manos y arruga la nariz con disgusto— Comiste helado hace varias horas, y almorzamos antes de irnos del centro comercial.

—Nunca es suficiente helado—alego, abriendo el envase y llevando una porción de helado a mi boca, evitando el rumbo de la conversación, Aleck parece notarlo porque entrecierra los ojos para luego darse la vuelta y observar con detenimiento el departamento, su mirada se detiene la vista que ofrecen los ventanales y un brillo de fascinación aparece en todo su rostro al admirar el gran panorama de california.

Sin embargo, mi atención se queda en él, es como un cubo de Rubik; tiene seis caras y cada una de ellas posee un color distinto, solo que ahora están mezcladas, tienen diversos matices y estos chocan entre sí, causando un tono oscuro. Creo que todos tenemos facetas diferentes, pueden ser buenas o malas, lo único que realmente importa es saber quiénes somos. Lo peor que puede pasarle a un ser humano es perder la noción de quién es, no ser capaz de ver más allá de lo que le rodea, quedarse con el vacío concepto que los demás tienen de él.

Mis pensamientos toman control de mi lengua y no me doy cuenta de lo que digo hasta que las palabras toman voz, rompiendo el silencio que nos rodea.

—Si fueras un color, ¿Cuál serías?

Lo veo fruncir el ceño, y no parece pensarlo mucho.

—Azul marino—esta vez soy yo quien arruga la frente.

El encanto de LinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora