D I E C I N U E V E

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La jornada escolar había terminado, y curiosamente Tony se sintió en las nubes durante todo el día. Bien, las cosas con el rubio no estaban del todo serias ni establecidas, pero estaban yendo por buen camino.

Le daba miedo, por supuesto que si, era arriesgado en todos los sentidos. Exponer su corazón era algo que siempre lo dejaba pensando en si debería o no, por otro lado, el que pudieran descubrir su -pronta- relación con un padre de un alumno era casi un pecado.

Pero, se había dicho a si mismo que hace tiempo no se enamoraba, y aún no lo estaba del todo, pero sabía del gusto que tenía por el militar, ya no podía negarlo.

Tony mojó su rostro y se miró en el espejo antes de salir del baño de profesores.

—Ya estoy listo, ¿tú estás listo, cariño?

Se acercó a Joseph que estaba sentado fuera del baño en una banca.

—¿Papá vendrá tarde otra vez?

Tony sintió su pecho apretado como cada vez que el niño hablaba en ese tono tan frágil, así que como ya era costumbre, se puso de cuclillas frente a él.

—Umh, no, en realidad te irás con tu niñera.

—No quiero una niñera, maestro...

El castaño puso sus manos en las mejillas del niño, haciendo que lo mire.

—¿Y qué tal si tu niñera soy yo?

Preguntó en un susurro, con una sonrisa maliciosa que inmediatamente contagió a Joseph.

—¡¿En serio?!

—Shhh, shhh, es un secreto entre tú y yo, ¿okay?

Joseph se lanzó a sus brazos en un abrazo inesperado para Anthony, quién enseguida correspondió cerrando los ojos. Había olvidado lo que era un abrazo de un niño pequeño.

—Okay, okay, prometo no decirle a nadie, aunque todos se pondrían celosos porque también querrían y sería muy gracioso.

Habló Joseph cuando se separó del abrazo y bajó de la banca. Tony sonrió con ternura, tomando la pequeña mano entre la suya cuando comenzaron a caminar.

Suerte que a estas horas no había nadie más en el jardín, además de Pepper en su oficina y algún que otro conserje limpiando los salones.

—Así me gusta, Jo, tienes que guardar este secreto y prometo esperarte con caramelos en la mañana.

—¿Ácidos?

Preguntó el niño, achinando los ojos mientras miraba hacia arriba para ver a Tony.

Tony rió cuando lo notó.

—Debes dejar de pasar tanto tiempo con Francis.

—Pero él me agrada.

Dijo Joseph sonriendo, intentando persuadir a su maestro de que le diera sus dulces favoritos.

Mientras Tony cerraba la puerta de entrada, el niño parecía uno completamente nuevo y feliz.

[...]

Joseph estaba terminando su cena cuando la puerta principal de su casa fue tocada suavemente.

Tony se levantó luego de decirle al niño que probablemente sería su padre, así que debía terminar su comida.

Cuando abrió la puerta, se sorprendió de ver un gran ramo de rosas rojas frente a su rostro.

—Entrega para el mejor maestro de preescolar del mundo.

Sonrió arrugando un poco su nariz, recibiendo el ramo que Steve le estaba entregando.

—Si, creo que soy yo.

—Por supuesto que lo eres, Anthony.

Tony miró las rosas con devoción, acariciando sus pétalos con cuidado antes de volver a mirar al militar.

—Llegas tarde.

Dijo manteniendo su sonrisa y el encanto que sentía en su pecho.

—Lo siento, tenía que comprarte esto.

—Me gustaron mucho, Stevie. Gracias.

—Tú me gustas mucho a mi, Tony.

Tomó por sorpresa al castaño con eso, así que sólo escuchó en respuesta una risa nerviosa.

—Igual me gustan más las donas.

—Por un momento lo pensé, luego de ver muchos envoltorios en tu basura afuera.

—Cállate.

Murmuró bajito sin poder quitar su sonrisa. Sostuvo el ramo y lo dejó sobre la mesa junto a la puerta antes de dejar pasar a Steve a su departamento.

—Joseph está terminando su cena, adelante.

Steve le dio un beso en la mejilla antes de entrar, y caminó hacia donde se veía la luz de la cocina.

—Idiota...

Murmuró Tony, cerrando la puerta tras de sí mientras miraba encantado al rubio.

Nuevas Oportunidades - [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora