I N T R O D U C C I Ó N

3.8K 317 53
                                    

Steve estaba sentado sobre la silla de su escritorio, anotado cosas en papeles inmensamente largos y con tantas palabras que su vista ya no captaba los escritos, así que sólo los complementaba y firmaba rápido.

Steve Rogers, viudo y con un hijo de apenas seis años. Un general condecorado del ejército de los Estados Unidos que a pesar de poder hacerlo, decidió no jubilarse todavía. Él cree en la mejora continua de su nación, aunque eso le quite mucho tiempo; a penas y puede cuidar a su hijo.

Su esposa, Margaret o más conocida como Peggy Carter murió hace dos años por una enfermedad que no tuvo cura. Con ella tuvo un hijo, Joseph Rogers y fueron inmensamente felices, hasta que su partida rompió su corazón en tantos pedazos que prefirió dejarlos así para ser un mejor soldado. Calculador, frío y lejano.

Acercarse al rubio era todo una cuestión. No lo permitía y se había cerrado desde la partida de su amada esposa, su círculo seguía siendo el mismo de antaño, nadie nuevo, nadie más.

—Capitán.

Escuchó en la puerta, y se acomodó en el asiento, dejando la lapicera de lado.

—Si, comandante, adelante.

—Por favor, soy tu amigo desde la infancia, creo que puedes decirme Bucky.

Steve sonrió un poco sin decir nada cuando el castaño de cabello largo entró a su despacho.

—Perdón, a veces olvido que existen los fines de semana.

—No me digas, creo que no lo había notado.

Se burló Bucky. Steve sólo se encogió de hombros.

—En fin, ¿ya estás listo?

Steve se levantó de su asiento, y suspiró mirando su despacho lleno de cajas.

—Supongo.

Dejar atrás el hogar donde compartió sus cinco años de matrimonio con Peggy lo destruía un poco, pero era lo mejor alejarse de los recuerdos. No estaba listo para seguir ahí, una nueva casa, una nueva ciudad y quizás nuevas posibilidades para un futuro mejor, para Joseph por supuesto. Su hijo merece lo mejor.

—Haces lo mejor que puedes, Steve.

—Eso espero. — el rubio guardó sus papeles recientemente firmados en una carpeta, para luego junto a su amigo, comenzar a tomar sus cajas y llevarlas al camión que hace unos minutos estaba afuera de la propiedad. —Eso es lo que espero.

Bucky le dio un asentimiento de cabeza en son de apoyo, y Steve sonrió sin muchas ganas.

—¡Papá!, tía Nat me ayudó a guardar mis juguetes, así que ya estoy listo para mi nueva habitación.

Steve sonrió y saludó a Nat con un asentimiento lejano pues llevaba sus manos con cajas.

—Es una maravillosa idea, ¿te gustaría que tía Nat te ayude a decorar una vez lleguemos a nuestro nuevo hogar?

—¡Si por favor!

Natasha tomó la mano del pequeño Joseph y entraron al auto de Steve luego.

[...]

Había sido un largo día, y a pesar de que estaba agradecido con sus amigos y con la gente de mudanza de trabajar un día domingo, no podía evitar sentirse extraño por estar en California. Había dejado atrás Brooklyn, a Peggy, a su madre.

Una parte de él intentaba auto-convencerse de que necesitaba este cambio radical, de que su hijo Joseph (que dormía junto a él en esa inmensa cama) también necesitaba. Usualmente en Brooklyn su hijo era demasiado silencioso, así que, lo decidió. Ahora se encuentran aquí, a horas de iniciar las clases de Joseph y su nueva vida.

—Esto es por ti...

Susurró bajito mientras veía a su bebé dormir cómodamente junto a su brazo, aferrado a él como si se fuese a escapar.

[...]

Aún quedaban cajas por deshacer y cosas por acomodar, pero eso fue lo último que le importó cuando estuvo en el tránsito de California casi por cuarenta minutos.

Era una ciudad que desconocía y que Joseph estaba muy nervioso porque él no era un niño impuntual.

—Papá no voy a llegar.

—Te prometo que sí, sólo son unos minutos. Lo entenderán.

—Papá...

Steve estacionó el auto fuera de una casa enorme, colorida, con jardines, sonidos de niño riendo y hablando. En efecto, había llegado.

—Vamos Jo, no te preocupes amor.

Bajaron del auto mientras Steve sostenía la pequeña mano de su hijo y la mochila en su hombro. Apenas se acercaron a la puerta, ésta se abrió.

—Buenos días cariño. —Un castaño bajito y de hermosos ojos fue quién saludó por supuesto que al niño primero. Steve se sintió algo ofendido. —Debes de ser Joseph.

—Hola.

—Hola, soy Steve Rogers. El padre.

El castaño dejó de estrechar la mano del pequeño para mirar ahora al rubio uniformado frente a él.

—Un gusto señor Rogers. Soy Anthony Stark, el maestro de preescolar.

Saludó amablemente y Steve sonrió de la misma manera.

—Por favor, para mañana le pedimos puntualidad. Es un valor de nuestra escuela.

—Te lo dije.

—Joseph. —regañó su padre. — Prometo que mañana seremos puntuales.

El castaño asintió con la cabeza y el rubio le dio la mochila. Se despidió de su hijo con un beso en la mejilla, un fuerte abrazo y palabras de aliento.

Luego, el maestro le tomó la mano y entraron ambos a la famosa y costosa escuela de preescolar.

-------

notas:

Buenas gente hermosa, aquí vengo con otra historia porque me dio la inspiración y dije 'bueno pq no?'

Por cierto, sé que Joseph es el hijo de Steve y Natasha, perooo en este caso será de Steve y Peggy pq bueno, si no se me armaba un lío. El poder del guión amixes.

That's all. Espero les llame la atención.

Besitos <3.

Nuevas Oportunidades - [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora