Nuevas Oportunidades - [Stony]

V E I N T I C U A T R O

A medianoche, Steve iba conduciendo el auto con una sonrisa en su rostro, mientras Tony estaba dormido en el asiento del copiloto junto a él.

Lo entendía, había sido una noche grandiosa pero también algo agotadora, además cuidar de Joseph todo el día tampoco era una tarea fácil, sumado a los otros niños del jardín, era demasiado.

—¿Ya llegamos?

El rubio sonrió cuando escuchó esa voz adormilada junto a esa pregunta que hacía Joseph cada vez que se dormía en el asiento de atrás.

—Sí, Tony, ya llegamos...

Estacionó el auto mientras el castaño se despertaba cada vez un poco más. El maestro acomodó su cabello, y se sentó derecho antes de que el auto se detuviera y ambos bajaran para ir a casa de Steve.

—Lamento haberme dormido, Stevie, estaba algo cansado.

A pesar de que sólo estaban a unos cuántos pasos de su casa, el rubio se acercó a él para tomar su mano, y eso fue un detalle que hizo a Tony mantenerse completamente despierto.

En definitiva, el rubio es un amor.

—No te preocupes, lo entiendo. Además despertaste justo para el postre.

—¿Postre...?

Preguntó Tony con diversión, viendo a Steve abrir con las llaves la puerta principal.

Apenas entraron, el castaño fue empujado contra una pared para luego ser besado intensamente.

—Ah, ya entiendo.

Murmuró el castaño cuando puso sus manos en la espalda del militar entre risas y besos, queriendo arrancarle esa camisa.

—Es que Joseph no está, no hay que perder el tiempo.

—Capitán, tenía todo planeado.

—Desde hace días.

Respondió el rubio mientras recorría el cuerpo ajeno para quitar las ropas del maestro.

Entre besos y risas comenzaron a caminar hasta la habitación de Steve, cada vez quedando con más piel expuesta.

Esa noche, Steve y Tony fueron uno en la cama del militar.

[...]

A la mañana siguiente, el primero en despertar fue Steve. Era domingo y debía de ir por Joseph a casa de sus amigos.

—Stevie...

Llamó Tony bajito apenas sintió que su militar ya no estaba abrazándolo.

—Buenos días, Tony.

—Buenos días, cariño.

Murmuró bajito, sonriendo cuando el rubio lo abrazó nuevamente, sintiendo el calor del contrario.

—Me gusta que me digas así.

—Cariño, cariño, cariño.

Steve rió, acariciando los cabellos castaños y sintiendo que todo estaba en orden.

—¿Quieres acompañarme a buscar a Joseph donde sus padrinos?

Preguntó bajito Steve, mientras Tony se acomodaba en su pecho aún sin abrir sus ojos.

—¿Ahora?

—Sí, luego del desayuno.

—Umh, me encantaría pero debo preparar las clases de la semana y si Joseph me ve contigo un domingo se va a confundir...

Respondió Tony, ahora sí mirando al rubio cuando apoyó su mentón en el pecho del mismo.

—Ah, había olvidado que sigues siendo...

—¿El maestro de tu hijo?, sip, lo sigo siendo.

Interrumpió Tony, mirando el rostro de Steve mientras su mano trazaba formas invisibles en el fuerte brazo contrario.

Steve se aguantó las ganas de hacer una mueca, y sólo se dedicó a abrazar y dar caricias en las mejillas y rostro contrario.

—Da igual, Tony, eres el mejor maestro del mundo.

El castaño sonrió, dejando un besito en el mentón del rubio.

—Si, lo soy.

—Y el más bonito.

Otro beso más para el rubio sólo por ese cumplido.

—Si, y también el que más dolor siente hoy, así que, ¿podrías traerme desayuno, Stevie?

El rubio mordió su labio, olvidando por un momento la situación externa sobre ellos, y sólo pudo pensar en lo bien que se sentía estar con Anthony así.

—Lo que tú quieras, beloved.

Un beso en la frente y después Steve se levantó para ir a preparar el desayuno para ambos.

Tony se acomodó en la cama luego, viendo hacia donde Steve se había ido, y cuando ya no estuvo en su campo de visión, soltó una queja baja.

¿Ese maldito militar había estado enjaulado o por qué lo destrozó tanto anoche?, Tony lo disfrutó, por supuesto que sí, y de sólo pensarlo abrazó una almohada y gritó con emoción contra ella.

Definitivamente, estaba enamorado de el rubio y no había vuelta atrás.