Capítulo 27: Sobreviviendo.

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Arrojo el poco contenido que tengo en mi estómago al retrete. Para de ahí enjuagar mis labios.

Veo mi reflejo demacrado y suspiro con pesadez.

Las nauseas han sido constantes en los últimos tres meses. Lo atribuyo a mi estrés, anemia, y la falta de comida saludable... He bajado de peso y mis clavículas son las pruebas de ello. 

Por este lado las esperanzas son nulas y complicadas.

El calor es insoportable. 

Tengo entendido que no hemos salido de América. Pero que tal vez estamos en algún país Sudamericano, con parte Selva. 

Suspiro, mientras amarro mi cabello y veo mi estómago hinchado un poco. 

Y cabe la posibilidad de ... 

¿Un embarazo?

No puede ser posible. 

He tenido mi periodo de manera constante, sin un día más o un día menos. Y las veces en las que tuve relaciones tomaba los anticonceptivos...

Enjuago mi rostro, para despejar las ideas estúpidas que crecen en mi cabeza tonta. 

Es imposible. 

Sonrío de manera cansada a mi reflejo.

Tengo un vestido de tirantes verde agua. 

Salgo del baño y escudriño mi habitación. Planeo lo que haré esta tarde de fin de semana. 

Así que opto por estar en la única silla de la habitación y releer las revistas que datan del año pasado.

Suspiro, distraída. La inquietud se instala en mi cuerpo y necesito, por las dudas descartar.

Mi toque de queda es a las 8 de la noche, veo el reloj colgado junto a la puerta y son las 5: 30 de la tarde. 

Golpeo tres veces la puerta. 

—¡¿Hay alguien afuera!? —grito para llamar la atención de quien sea que esté de guardia hoy. 

Dos golpes fuertes en la puerta hacen que retroceda, para de ahí escuchar como abren la puerta. 

—¿Ya llegó Philips? —cuestiono a los dos gorilas que tengo frente a mi.

No recuerdo sus nombres, pero puedo distinguirlos, ya que son idénticos, uno lleva tatuajes y el otro no. 

Ya ven, que fácil es distinguir a los gemelos. 

—¿El jefe?, no llegará hasta mañana. —responde el que tiene tatuajes.

—Hoy está en el casino. —añade el otro. Y va a ser difícil salir. —¿Porqué?

Una cosa que he podido aprender de estos hombres en mi estadía en este lugar, es que se incomodan cuando les hablan de cosas femeninas.

—Necesitaba ir a la farmacia. 

El que no tiene tatuajes frunce su mirada. 

—No tenemos orden de dejarte ir. —habla el que si tiene marcada su piel. 

—Pfft. Eso ya lo sé. Mi toque de queda es a las 8, por lo que pensaba en ir a la farmacia y hacer compras, aprovechando, ya saben, mi tiempo libre. 

—Nos dices y mando a alguien que vaya por ellas. 

—Son anticonceptivos y esas cosas. Miento. Uno de los gemelos, el de los tatuajes, se aclara la garganta y el que no tiene tinturada su piel se sonroja. 

SACRILEGIUM [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora