CAPÍTULO 3: Éxodo

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La salida que realicé hace seis años atrás. Donde dejé mi casa, mi familia, mis amigos de la noche a la mañana, fue una decisión que en lo personal no me parecía la adecuada.

Pero ¿Quién soy yo para contradecir a mi mamá?

«A partir de ahí todo cambió»

Tengo una buena alimentación.

Duermo a mis horas.

Mi piel ya no está magullada, ni tampoco me duele el cuerpo.

No paro encerrada.

Sino que ahora todo es tan tranquilo y voy a mi ritmo. Sin huidas.

Mi relación con la Madre Superiora, aquella persona quien se preocupó por mi desde el día 1, también cambió.

Ser la protegida de Teresa es sinónimo de hacer uso de "algunos" privilegios.

«Y no me quejo».

Aunque vivir en este lugar todo este tiempo, es sinónimo también de estar bajo el régimen de una rutina diaria estricta.

«Confieso que me aburre».

Llevar una vida monótona, y lo que me disgusta y hasta me hace sentir mal, es el hecho de fingir ser alguien que no soy; y siento que en cualquier momento voy a ser descubierta, y me desterrarán de este lugar ...

Por lo que me siento incómoda.

«Me imagino que todo tiene sus pro y contras».

Pero bueno, dejando de lado dichos problemas internos. Admiro la paciencia de Teresa que tiene conmigo.

Al inicio era inquietante, por los rezos, las citas bíblicas, las clases de teología, los cánticos, o la pregunta del millón: ¿Qué quieres ser cuando salgas de este lugar?

Al inicio todo era confuso, pero traté de que mi estadía fuera lo menos frustrante, así que lo llevé al siguiente nivel.

Soy buena con la memoria fotográfica, por lo que solo me quedaba memorizar, ser una buena chica y aparentar.

«Sí, es horrible pero era eso o seguir con mi vida desafortunada... Y yo no quiero eso».

No obstante, dejando de lado mi apariencia ferviente, puedo decir que, como en cualquier lugar hice amigas, corrección, mejores amigas.

Todo el evento ocurrió después de los 9 meses de que me estableciera aquí.

En ese tiempo no conocía a las chicas, como ahora que conozco a la mayoría que vivimos en este internado, que además, a algunas les caigo bien y a otras no, pero me da lo mismo.
Logré conocer a estas dos personas importantes, complicadas en el buen sentido de la palabra.

Clarissa y Sam. Mis mejores amigas, llegaron meses antes de que mi madre me trajera a este lugar y aunque comenzamos odiándonos, llegamos a coincidir con las heridas que teníamos marcadas bajo piel, haciendo que conectemos las tres y así mantenernos unidas hasta el día de hoy.

También, conozco a las hermanas que hacen el rol de docentes de las distintas ramas que necesitamos aprender de nuestra malla curricular y los sacerdotes que nos enseñan uno que otro taller.

Con respecto a las salidas, solo tenemos un día a la semana en el que podemos salir de estas paredes, para hacer caridad, o participar de alguna ceremonia benéfica o presentaciones de arte, entre otras muchas e interesantes actividades, que obviamente no me niego en participar.

La comunicación con mi madre es cada mes, mediante cartas, ya que está "prohibido el uso de los celulares".

En una de tantas, mi madre me reveló que mi abuela había fallecido, fue el tercer año que estuve aquí. Mi vida se vino abajo, la tristeza, la cólera, la ira y esa sed de venganza de acabar con Philips fueron los sentimientos que se arraigaron a mi ser, porque no logré despedirme de ella.

SACRILEGIUM [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora