Capítulo 33: Trato

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ALEKSEI

Últimamente me sigo sorprendiendo de lo pequeño que suele ser el mundo y lo interconectados que podemos estar en él. 

Una complicada mierda, de esas que te hace volar la cabeza en segundos.

No sabía que François estaba casado, el nombre de Emily fue el primer indicio, además de su semblante tenso y preocupado.

La llamada tiene todo el volumen en alto, mas no en altavoz. No se si me dejo entender, es por eso que no logro escuchar muy bien lo que dicen al otro lado de la línea, pero la mujer suena alterada.

Es lo poco que logro captar, mientras el francés no para de hablar en su idioma original, dando órdenes a sus hombres que han comenzado a invadir la habitación. Por mi parte, no logro entender lo que dice, pero me quedo en mi asiento disfrutando del buen licor. 

¡Je veux que vous traquiez ce numéro! Si vous ne le faites pas en moins de cinq minutes, c'est la fin pour vous. Ma fille est de l'autre côté de la ligne. ¡Quiero que busques este número! Si no lo haces en menos de cinco minutos, este es el final para ti. Mi hija está al otro lado de la línea —. El rostro de François se ensombrece mientras ladra órdenes a uno de sus guardias que está con el ordenador, este solo asiente repetidas veces su cabeza, mientras sus dedos se mueven ágilmente sobre el teclado. 

Pero, antes de que transcurran los cinco minutos, la llamada se corta y François termina temblando.

—¿Sucede algo? —intervengo.

—Merde. —susurra, para de ahí pasar sus manos a su rostro y despeinar su cabellera oscura adornada con líneas blancas en los costados.

Supongo que eso es mierda.

Intuyo que necesito tomar otro  trago de vodka, así que llevo el vaso a mis labios y trago de su contenido sintiendo el característico amargor del alcohol. 

—¿Tienes hijos, Pakhan? —cuestiona con ironía, a lo que niego con la cabeza de inmediato.

 —Mi hija. —explica, con la voz apagada, mientras se pasea nerviosamente alrededor de sus hombres. —Lo siento, yo... —Balbucea.

El hombre está visiblemente alterado, tirándose del cabello nerviosamente, lo cual me angustia profundamente.

Tomo un último trago de mi bebida y, sin vacilar, lanzo el vaso vacío contra la pared, atrayendo la atención de todos los presentes, quienes me observan con asombro mientras instintivamente alcanzan sus armas. Los cristales se esparcen por el suelo. François finalmente reacciona, calmándolos primero y luego continuando con lo que estaba diciendo.

—Yo tengo una hija. Se llama Emily. —Lo escucho con atención. 

Corrección, no es su esposa, es su hija.

—Hace cinco meses viajé con ella a España para asistir a una ceremonia de beneficencia. Cuando en el camino fuimos interceptados por hombres que trabajaban bajo el mando, en ese tiempo, de Méndez. —Ante la mención de la basura, siento mis tripas retorcerse. Como quisiera volver a resucitar a ese hijo de perra y ser más severo con su tortura. —En ese tiempo no sabía que el Colombiano estaba muerto. Fue meses después que me enteré de quien asumió el puesto.  

—Philips, —respondo con gravedad, notando cómo mis dientes se aprietan con fuerza debido a la tensión en mi mandíbula.

—¿Cómo... ? —intenta preguntar, pero lo interrumpo con un gesto para que continúe.

SACRILEGIUM [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora