SACRILEGIUM [+21]

Capítulo 31: Santiago

No logro reconocer el lugar, pero la serenidad es atrayente.

Me encuentro de pie en la orilla de un lago sereno, las aguas reflejan los tonos cambiantes del cielo al caer la noche. No hay ruido más allá del susurro apacible de la brisa entre los árboles que bordean la costa, y el suave chapoteo de las pequeñas olas que acarician la arena.

Se siente tan irreal. El entorno está impregnado de una calma profunda y envolvente.

Los colores son suaves y matizados.

Estoy descalza y puedo sentir la arena húmeda debajo mis pies. 

Siento una presencia a mi costado. No estoy sola. 

Miro de reojo y lo veo. Aleksei está aquí, conmigo. Tiene mi mano tomada con fuerza, pero sin lastimarme y da leves caricias a mi palma. Ambos compartimos este momento. Se siente especial, y está esa necesidad de confesarle que muy pronto seremos padres. 

La noticia hace eco en mi mente, pero solo me limito a disfrutar el silencio, la noche, su cercanía; veo conmocionada sus perfectas facciones, su porte, el traje del marca que siempre suele usar. Armani. Su aroma a menta, vodka y especias tan característico de él, me hace dar cuenta que estoy pasando por alto algo mucho más importante del hecho de que esté embarazada. 

Todo se siente tan irreal, tan perfecto. Comienzo a sospechar. 

Aleksei dirige sus azules tormenta hacia a mi y siento mi mundo entrar en una especie de colapso por lo estúpidamente hermoso que es. 

Lo siguiente que digo lo hablo sin pensar muy bien mis palabras.

Cabe resaltar que no puedo recordar muy bien lo que he vivido días atrás. Aún así está esa necesidad de agradecerle. 

—Gracias. Mi voz sale en un susurro.

Aleksei frunce el ceño. Y le exijo a mi autocontrol que tome las riendas para separarme un poco de él. Es tanto mi miedo que si tal vez hablo muy fuerte o me muevo con brusquedad, todo esto cambie y quede en nada. —Por salvarme. Agrego con una sincera sonrisa.  

El ambiente cambia por arte de magia, pero Aleksei sigue estando conmigo. Sus suaves caricias en mi mejilla y ese brillo en sus orbes oceánicas hace que esas mariposas clichés comiencen a revolotear en mi estómago.

—Lo haría las veces que te encuentres en peligro y no estes a mi lado... 

Dejo de respirar. 

Está tardando, escucho susurrar mi conciencia como una tercera persona en mi mente. 

No debería ilusionarme, es una de las reglas que establecí cuando comencé a tener esos encontrones desde ardientes hasta simples actos o palabras con el ruso que me hacían y hacen soñar de una manera muy bonita, pero es uno de esos imposibles, que acá me tienen, como una boba ilusa creyendo todo de él, con una sonrisa en mi rostro.  

Estoy por decir cualquier cosa para que siga a mi lado, cuando escucho mi nombre distorsionado en reiteradas veces.

—¡Olivia! ¡Olivia! ¡Muñeca!

¿Muñeca?

Al instante, Aleksei desaparece entre mis brazos. 

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