Capítulo 2

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O H M

La ansiedad me invade ahora, cada que tengo que estar en público con Nanon.

Intento buscar su mirada, pero él sigue evitándome, y me pone incómodo también.

La opinión de las personas me afecta, no me siento bien cuando tengo que leer lo que piensan en los comentarios que escriben.

Los últimos meses han sido complicados para mí.

No todo es sobre Nanon, tengo mis propios problemas, y sé lo cerrado que puedo ser cuando esto ocurre.

Coloco una pared que le impide al resto meterse en mi vida.

Miro mi teléfono, tengo un mensaje de mi novia.

No creo que eso vaya a durar mucho más.

—Terminamos por hoy —escucho que dice el director y Nanon agarra sus cosas.

Se despide rápido de todos, argumentándoles el poco tiempo libre que tiene, por sus proyectos en solitario.

Me levanto bloqueando mi teléfono, porque no lo soporto.

Siento las miradas de todos sobre mí, cuando me despido y camino por el pasillo al salir.

Mis pasos son largos y rápidos.

Noto la expresión de mi rostro cuando me ve llegar al ascensor, y aleja despacio su dedo de los botones.

Va a salir, pero agarro su muñeca, y las puertas se cierran, con nosotros adentro.

Mi pulgar pasa despacio por su piel y me mira, por fin.

Sé que le duele hacerlo.

Me duele a mí ser consciente de que le causo tanto daño.

—¿Podemos hablar? —le digo y él acomoda su cabello, soltándose de mí.

No es capaz de sostenerme la mirada.

—No quiero hablar más, he terminado con esto.

—Nanon, siempre solucionamos...

—¿No te agota?

—¿Solucionar las cosas?

—Los conflictos que tenemos, todo el tiempo.

—¿El conflicto ahora es que soy un imbécil?

—El conflicto ahora —dice lento y yo noto el brillo en sus ojos— es que me enamoré de ti.

Escucho un zumbido en mis oídos al mirarlo, porque es complicado para mí.

Es que no me siento igual.

No estoy enamorado de él, y no sé cómo expresárselo de forma directa sin herirlo más.

Me siento responsable por esto, yo estaba jugando con fuego, y ahora estoy quemándome porque sé que lo voy a perder.

—Nanon —digo agarrando su rostro.

—No quiero escucharte —responde alejándose, y yo intento limpiar sus lágrimas pero no me lo permite— solo quería decírtelo, porque me costó aceptar que esto es lo que me estaba pasando.

Noto la puerta abierta detrás de él y le permito irse sin insistir más.

Si esta era su guerra y yo era parte de ella, he decidido rendirme.

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