13. El Desvío

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A nuestra llegada, en la entrada principal del deportivo ya se encontraba esperándonos Javier Núñez, el asistente corporativo. Sostenía contra su pecho una tableta negra desde la cual podría apostar que controlaba toda su vida y la vida de Christopher. Movía nerviosamente su pie de arriba abajo y repetidamente veía el reloj en su muñeca. Al segundo en el cual el auto se detuvo por completo él ya se encontraba abriendo la puerta, listo para guiarnos al interior del lugar.

Pasé una última vista por mi vestimenta y la de Christopher comprobando que todo estuviera en orden y presentable. Toqué con ambas palmas mis mejillas evitando que se colorearan como sabía que solían hacer y más cuando el calor no se había evaporado de mi cuerpo.

Christopher me regaló una de sus medias sonrisas antes de bajar y estirar una mano ofreciéndomela de apoyo al descender. En vez de soltarme al encontrarme en suelo firme a su lado, entrelazó sus dedos con los míos, parecía tan natural el contacto entre nosotros. Inició su caminar hacia la entrada saludando a Javier con un asentimiento, este manteniendo el mismo ritmo de su andar y sin esfuerzo aparente para informarle sobre la situación a la vez.

- Señorita Zamora – saludó brevemente antes de regresar a lo importante, mi presencia no lo tomó por sorpresa – El Señor Olvera se encuentra en su mesa habitual en compañía de su hijo – le pasó la Tablet – aquí esta toda la información que podría necesitar, en este archivo están las transacciones del último mes además de las propuestas que nos habían prometido. En este otro las proyecciones que afirmaron que conseguirían para el bimestre pasado comparándolos con los resultados reales.

- Bien, es mejor que hable con el solo – buscó mi consentimiento con una mirada

- Descuida te espero – asintió ante mi respuesta, me apretó la mano antes de soltarla y volteó con Javier quién respondió a su pregunta no verbalizada.

- Estaremos en el bar justo enfrente de usted – señaló una barra con taburetes altos de apariencia elegante y cómoda.

Se sintió satisfecho con la respuesta ya que inició su avance hacia el área del comedor que solo estaba dividido del bar por una malla de cuadros de madera que permitía el paso de luz y una vista directa. Observé la espalda ancha de Chris al alejarse, siempre caminando como si el mundo le perteneciera. Javier me llamó.

- Vamos a tomar asiento, ¿desea algo para tomar o comer?

- No, Muchas gracias ¿Qué tal tú? ¿Ya comiste? – dijo estar bien, pero algo en su reacción me dio la certeza de que mentía. Un mesero se acercó con un par de carpetas de color vino donde se desplegaba el menú. Javier negó con la cabeza haciendo que el mesero iniciara a retirarlos, pero coloqué mi mano sobre uno de ellos. – ¿Sabes qué? Cambié de opinión, seguramente Christopher se va a tardar y tengo antojo de algo dulce. ¿Seguro que no quieres nada? No me gusta comer sola.

No fue fácil convencerlo, me mantuve estudiando los postres notando de reojo cuando se rindió y abría el menú. Sonreí para mi misma.

Terminó pidiendo una pasta Alfredo mientras que yo me limité a un pastel de chocolate. Comimos en un cómodo silencio. En ocasiones buscaba con la vista a Christopher quien se encontraba sentado cómodamente sin ningún tipo de emoción reflejada en su rostro, contrario de los hombres que lo acompañaban. Uno de ellos, el mayor, se limpiaba su frente con la servilleta de tela moviendo sus manos con ademanes exagerados al hablar, mientras que el otro, su hijo, se mantenía quieto e incómodo.

Era capaz de ver la escena directamente, en eso sus ojos me encontraron causando que mi corazón saltará, un guiño fue su respuesta a mi espionaje. Solo eso fue suficiente para sentir un calor crecer en mi abdomen. Volvió a enfocarse en su conversación con su máscara de seriedad impenetrable que en cualquier otra situación hubiera dudado sobre el gesto que recibí.

UN POCO MÁS QUE ORDINARIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora