9. En Medio de la Nada

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Un cómodo silencio nos envolvía en nuestro camino de regreso, trataba de ver por la ventana el paisaje, el cual era solo borrones oscuros difíciles de discernir, pero aun así era una distracción bien recibida. El sueño estaba tomando una forma tentadora, mis párpados se sentían pesados y mi mente suplicaba el descanso. El asiento comenzó a sentirse más cálido y la música de fondo bajo de volumen, el hecho de que Christopher estaba intentando hacerme sentir más cómoda al prender la calefacción de los asientos me hizo sonreír.

Un fuerte movimiento me despertó, así como un brazo firme extendido sobre mi pecho me mantuvo firme en mi lugar. Habíamos perdido el control del auto por unos breves segundos, primero desviándose agresivamente a la derecha obligando a Christopher a sostener el volante con ambas manos para lograr detenernos con cuidado al borde del camino.

- ¿Estas bien? – fue lo primero que dijo, girando todo su torso hacia mí, sus manos enmarcando mi rostro, sus ojos recorrieron cada parte de mí, buscando algún signo de pánico, horror o heridas y al no encontrar ninguna su toque en mis mejillas se suavizó. Yo solo notaba el pequeño espacio que nos separaba, su aroma golpeándome fuerte y nublando el suceso terrífico que acabamos de sobrevivir.

- Estoy bien ¿y tú? – aunque mi voz fue apenas perceptible fue suficiente para que me liberara, se enderezó y con los ojos cerrados recargó su cabeza al asiento maldiciendo. Su pecho subía y bajaba con la respiración.

- Fue una llanta – lo dijo más para sí mismo mientras veía el espejo lateral. Estaba ignorando mi pregunta o simplemente no la escuchó, pero estudié su cuerpo como él había hecho conmigo, relajándome al verlo ileso. – Espera aquí.

Se bajó del carro sin esperar alguna respuesta, vi como las luces del auto lo iluminaron cuando pasó por el frente y se acercó a la llanta trasera. Cuando se agachó desapareciendo en la oscuridad y de mi campo de visión sentí el pánico despertar en la boca de mi estómago. Me bajé inmediatamente incapaz de esperar, perderlo de vista no era una opción, quedarme dentro del auto mientras él estaba solo y expuesto en la oscuridad no sentaba bien con mi tranquilidad.

Las estrellas resaltaban en el manto negro del cielo, siendo éstas y la luna las únicas fuentes de luz sin contar los faros del auto que solo hacia visible unos pocos metros de la carretera. Sin casas a la vista o sonidos de automóviles cerca nos encontrábamos en medio de la nada. Un escalofrío incómodo recorrió mi espalda.

Lo encontré en cuclillas frente a la llanta culpable del accidente, apenas iluminando con la lámpara de su celular.

- Te dije que esperaras adentro

- ¿Puedes arreglarlo? – pregunté ignorando intencionalmente su reclamo.

- Si, al parecer no hay daño en el rin, solo se necesita cambiar la llanta con la de repuesto que está en la cajuela.

- ¿Sabes de carros? – fingí sorpresa, por supuesto que sabría de carros, él podría decirme que sabía volar un avión y le creería sin problemas, pero molestarlo era sencillo y divertido, y en este momento lo necesitaba como distracción.

- ¿Disculpa? – se levantó, recargando una mano en la cajuela su cuerpo inclinado en mi dirección. Su mirada de incredulidad me hizo sonreír – ¿Crees que no puedo cambiar una llanta? – me encogí de hombros inocentemente – Para tu información, se arreglar autos desde que tenía 13 años, una llanta no es nada – aunque su lenguaje corporal estaba lleno de presunción, su sonrisa y voz eran cálidas.

- En ese caso estoy en buenas manos – cuando su mirada se unió a la mía podría jurar que incluso entre toda la oscuridad un brillo se asomó. – ¿En qué te ayudo?

UN POCO MÁS QUE ORDINARIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora