29. La mayor equivocación

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POV Christopher


Dos semanas habían pasado desde mi pelea con Elizabeth, o más bien desde mi error.
No había intento buscarla por la cobardía de pensar que en realidad había destruido lo mejor que tenía en la vida y tampoco ella había intentado comunicarse conmigo lo cual dolía más de lo pensado, pero entendía por completo sus acciones.

Pensaba que lo mejor por el momento era darle espacio, tiempo. Aun no podía eliminar de mi mente la expresión con la cual me miró aquel día, la traición en sus ojos y al final la decepción fue lo que me rompió. No encontraba forma alguna con la cual conseguir su perdón, no después de todo lo que la lastimé. ¿Con que cara la vería a los ojos?

Una voz me sacó de mis pensamientos, no escuché la puerta abrirse algo que pasaba con frecuencia estos días.

- Sr. Cabrera – Javier estaba acompañado del Licenciado Espinoza, sus rostros de sorpresa y felicidad me hicieron enderezarme dándoles toda mi atención. – Tenemos noticias.

- Los Zamora han retirado el apoyo económico a los Merckel – Intervino Espinoza – Su abogado se comunicó conmigo hace unos minutos diciendo que cualquier apoyo legal queda suspendido por órdenes de Diego Zamora. A partir de este momento, cualquier comunicación será directamente con el Sr. Arturo Merckel y quien sea que vaya a ser su nuevo abogado.

- ¿Por qué el cambio tan repentino? – esa decisión no tenía sentido, no después de llegar a los extremos de hablar con mi junta directiva y amenazarme. No habían dado señales de ceder.

- No tenemos todos los detalles – Javier dio un paso al frente – pero creemos que fue por la intervención de Lizzie, digo... la Srita. Zamora. – un dolor punzante nació en mi pecho al escuchar su nombre.

- ¿Elizabeth? - crucé los brazos como precaución al no saber cómo mi cuerpo reaccionaría.

- Como mencioné, no sabemos todos los detalles – Javier hablaba con cautela, era un tema delicado – Pero todos los recursos de los Zamora aparentemente siempre fueron de ella, el testamento de su padre tuvo un papel importante en todo esto. Hay rumores entre las firmas legales ya que es un caso que se puso en pausa por muchos años por una cláusula preventiva.

¿Por qué no me sorprendía que fuera ella quien había arreglado todo? Necesitaba buscarla. Una sonrisa se entendió en mi rostro, era hora de terminar de arreglar el desastre, en especial, el que yo había ocasionado.

- Entonces la amenaza ya no existe – afirmé

- Así es, de hecho, tenemos información delicada sobre ese asunto, al parecer los datos de nuestros clientes fue sustraída desde la computadora del vicepresidente, trató de borrar los registros, pero el personal de sistemas consiguió la evidencia. – me extendió unos papeles – Víctor también se contactó con los demás socios por separado, proponiéndoles la revocación del presidente por ruptura de la confidencialidad. Señor, él quiere tomar su puesto.

- Siempre supe que era un inútil, pero como me alegra que por fin me haya dado una razón para deshacerme de él. – dejé caer los papeles en el escritorio - Javier, llama a seguridad – este asintió y salió de la oficina con rapidez – Licenciado Espinosa, espero que esté listo para manejar otra demanda penal, esta será sencilla.

- Claro que sí señor, le informaré al equipo para hacer las preparaciones pertinentes – inmediatamente inició a hacer llamadas saliendo de mi oficina.

Al levantarme de mi asiento y cerrar los botones de mi saco reconocí el sentimiento que había olvidado desde hace días, calma. El enojo o furia no me servirían en este momento y ahora que todas las cartas volvían a estar en mis manos, no tendría piedad. Estaba listo para enfrentarme a Víctor cara a cara.



La ausencia de Elizabeth era insoportable, ese mismo día, después de solucionar el problema de plaga en mi empresa, la busqué. Esto era algo que debía de hacerlo en persona, además de que estaba seguro de que mi alma moriría si no volvía a ver esos inteligentes ojos cafés.

Llegué hasta su trabajo, ignorando cualquier persona que estuviera en mi camino. Atravesé todo el piso hacia su oficina, repitiendo mentalmente lo que quería decirle, cada una de las disculpas como si fuera mi mantra personal. Esto tenía que salir perfecto.

- Sr. Cabrera – Diana, la asistente de Elizabeth, se puso enfrente de mí, tapando mi camino hacia la puerta de su jefa. Me miraba como si fuera la última persona que esperaba ver – Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarlo?

- Me gustaría hablar un momento con la Srita. Zamora – dije con mi mirada hacia la puerta de madera que daba a su oficina, como si pudiera ver a través de ella y llamarle en silencio.

- Lo siento mucho, pero me temo que no es posible – su tono de voz se mantuvo suave y profesional, sin ninguna clase de desprecio dándome la seguridad de que desconocía sobre nuestro distanciamiento.

- ¿Podría saber la razón?

- La directora se tomó unos días personales, sin embargo, no tiene de que preocuparse, como le informamos a su equipo, el proyecto Tierra Cobalto sigue en buenas manos, será manejado por otro director de la compañía teniendo preferencia sobre...

- ¿Cuándo regresará? – la interrumpí, en este momento nada más importaba.

- Desconozco señor – su clara preocupación me confirmaba que no mentía – pero... ¿Le gustaría que le presentará al nuevo director a cargo? Esta justo en...

- No – La respuesta salió más fuerte de lo planeado, tomándola desprevenida. Controle mi voz antes de continuar – Esta bien, ¿Podría decirle cuando regrese que vine a buscarla?

- Por supuesto


El siguiente lugar al cual acudir era su departamento. Por la hora las posibilidades de encontrarla eran escasas, aquello me dio una sensación incomoda, mis opciones se estaban acabado.

Cuando llegué a los escalones de su edificio un hombre estaba saliendo, sosteniendo cortésmente la puerta dejándome pasar, por lo que no fue necesario anunciar mi llegada. Ahora que estaba aquí la ansiedad se volvió a hacer presente al igual que la impaciencia.

Tomé las escaleras con prisa, corriendo con poco cuidado ya que cada escalón era un paso más cerca de ella. Cuando llegué a su piso, mi respiración se encontraba agitada y el sudor cubría por mi frente, en mi mente repetía las palabras que por idiota no había pronunciado antes. Tomé unos momentos enfrente de su puerta recobrando el aliento y un poco de valentía. Con nerviosismo levanté mi brazo para tocar, detrás estaba el amor de mi vida.

Nadie contestó. Volví a intentarlo, pero no existieron señales en el interior de que alguien se encontraba presente, el silencio me atormentaba. Sabía que las probabilidades de encontrarla iban a ser pocas, aun así, mi desesperación decidió tomar control. Volví a intentar llamarla, pero como en las ocasiones anteriores su buzón de voz fue el que me recibió.

El sentimiento incómodo que había enterrado previamente resurgió de una forma intensa, el dolor en mi pecho era tan profundo que tuve que inclinarme hacia adelante sosteniéndome con la pared. No poder encontrarla me aterraba ¿Y si no la volvía a ver?

Terminé hincado en el suelo con mi cabeza recargada en su puerta como si estuviera rezando y en cierta forma lo estaba haciendo, implorando a cualquier ser que me escuchase que me diera la oportunidad de volver a ver a mi Elizabeth. Suspire resignado sentándome en el suelo por completo dispuesto a esperar, en algún momento tendría que regresar ¿no?

No lo hizo.

UN POCO MÁS QUE ORDINARIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora