14. El Departamento

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***Este capítulo puede contener escenas explicitas (smut)***


Habían pasado semanas desde que tuvimos nuestra aventura en la carretera y desde que comenzamos a conocernos mejor. Mucho mejor.

Su departamento se había convertido en mi segundo hogar, aunque solíamos pasar los fines de semana encerrados en él, eso no evitaba que Christopher trabajará lo más que podía durante este tiempo desde su despacho.

Su hogar era igual o más elegante que su oficina, pero si se encontraba más vacío.
Tenía un departamento de dos pisos, en el segundo resaltaba la ausencia de muebles y toques personales, lleno de cajas sin desempacar como si fuera una bodega de recuerdos que no quieren ser vistos, cuando le pregunté al respecto solo se encogió de hombros diciendo "Casi nunca estoy aquí".

El primer piso era donde se desenvolvía su vida, el tamaño era simplemente impresionante, más que suficiente para una persona.
Un día descubrí la habitación de huéspedes, que había permanecido intacta desde el día que consiguió el inmueble, nadie había pasado la noche en ella, pero recientemente inició a ser preparada por sí se me llegase a ofrecer. "Espacio personal" lo había llamado "Por si un día te cansas de mí".

Ahora sentía mis ojos pesados, mi cuerpo en un trance de relajación, sólo una sábana cubriéndome y sus brazos a mi alrededor pegándome a su cuerpo. Sabía que no estaba dormido, pero ninguno de los dos quería romper la burbuja de paz que habíamos formado.

Fui distraída con unos labios en mi cuello y unas manos curiosas, su toque exigiendo mi atención.


......


Giré aún con los ojos cerrados buscando con mi brazo a Christopher, pero sólo hallé una cama vacía y sábanas frías. ¿Hace cuánto se había marchado? Abrí lo ojos confirmando su ausencia, el cuarto estaba cubierto por completo de oscuridad; de las ventanas colgaban pesadas cortinas que evitaban la entrada de luz siendo capaces de engañar mi reloj interno, podría ser las doce de la tarde y sentirme en medio de la madrugada. Busqué con el tacto mi celular, encontrándolo donde siempre lo ponía, encima de la mesa de noche a mi lado de la cama. Era extraño pensar que tenía un lado específico. La luz del aparato lastimó mis ojos no sin antes fijarme en la hora. 3:35 am.

¿En dónde estás?

El frío piso atacó mis pies descalzos al incorporarme, encendí la lámpara más cercana tratando de encontrar mi ropa que estaba segura lancé hacía alguna parte del piso, pero esté se encontraba impecable. Christopher le gustaba el orden, incluso en la madrugada. Sonreí a ese pensamiento. Tomé prestada una camisa celeste de su clóset que cubría todo lo necesario llegándome a la mitad del muslo.

El pasillo estaba iluminado por luces tenues y pequeñas en el suelo, cálidas y perfectas para la noche. Atravesé la sala, sin encontrar muestras de vida ni sonidos perceptibles. Decidí ir al cuarto donde estaba por completo segura de que lo encontraría, su despacho.

Al acercarme, la puerta se encontraba entreabierta dejando que un haz de luz se escapara, marcando una línea dorada en el suelo y la pared del pasillo. Una voz gruesa y familiar me confirmó que me encontraba en el lugar correcto y me atraía como abeja hacia una flor.

Abrí la puerta de la forma más desapercibida que pude y me recargué en el marco disfrutando de una vista tan interesante y sensual.

Christopher estaba sentado con la cabeza descansando en el respaldo de su silla de cuero, ojos cerrados, una mano apretando el puente de su nariz y en la otra sosteniendo su celular sobre su oído.

UN POCO MÁS QUE ORDINARIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora