Epílogo

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El aire frio de las montañas era una de mis cosas favoritas, en esta época del año el aroma de los pinos se intensificaba mezclándose con la tierra húmeda. Las nubes llenaban el cielo dejando pasar solo algunos rayos del sol, trazando líneas son un toque celestial en ellas.

Envuelta en mi bata y un café caliente en mis manos, mis pensamientos estaban en paz, un efecto secundario de encontrarse en mi paraíso personal. Lo mejor era que me quedaban dos semanas más en las cuales este paisaje me recibiría cada vez que me asomará por el balcón.

Unos brazos familiares rodearon mi cintura y unos labios más que conocidos besaron mi cuello.

- Buenos días – la voz de Christopher recién levantado era sublime

- Buenos días – hundió su nariz en mi cuello inhalando mi aroma e ignorando por completo los altos pinos del horizonte.

- ¿Qué piensas de la cabaña? ¿Te gusta? – mordió mi hombro juguetonamente. Cuando llegamos una noche antes no tuvimos el tiempo de ver el paisaje, ya que estuvimos ocupados en cosas más urgentes.

- Me encanta – me di media vuelta entre sus brazos para poder mirarlo de frente – ¿y a ti?

- Tú me encantas – elevó más mi barbilla con su pulgar, sus suaves labios tocaron los míos tomándose su tiempo, después de todo, no existía prisa en el paraíso.

Sus besos se mudaron a mi mandíbula recorriendo su borde y llegando a la base de mi cuello, encontrando el lugar sensible causando que mis rodillas se doblaran. Su brazo en mi cintura daba el soporte necesario para que no cayera, mientras que con su otra mano tiró del nudo en mi bata, deshaciéndolo y dándose cuenta de que no existía nada debajo. Ronroneó contra mi piel.

- Vas a matarme Elizabeth – gruñó. Me elevó en sus brazos sin dificultad colocándome en el borde de la barandilla de madera que rodeaba el balcón, mis piernas a ambos lados de su cadera. Gracias a los cielos que no teníamos vecinos cerca que pudieran ver el espectáculo que estábamos dando. Se separó solo lo suficiente para conectar nuestras miradas y permitirme tomar su rostro entre mis manos y ver cada detalle. Su sedoso pelo despeinado, su barba de un día, sus rosados labios. No podría ser más perfecto.

- Te amo – sus ojos se ensancharon en respuesta, la intensidad de su mirada era tal que podría tragarme completa. Su media sonrisa había desaparecido siendo reemplazada por una más grande y brillante. Era la primera vez desde que regresamos que le decía aquello. – Te amo profundamente – repetí.

Con eso, sus labios regresaron a los míos, pero ahora era mucho más intenso y profundo. Con un rápido movimiento lo sentí colocarse en mi entrada, sin darme cuenta en qué momento se había quitado su pants, con lentitud fue entrando, tomé cada centímetro de él, obligándome a tomar aire. Inició con movimientos lentos y precisos que causaban gruñidos extasiados de su pecho.

- Repítelo – pidió, quise aumentar el ritmo, pero sus manos no me lo permitieron, lo mantuvo lento, como una deliciosa tortura.

- Chris... por favor – supliqué.

- Repítelo, Cielo, y te daré todo lo que me pidas. –Había un significado más profundo en sus palabras, pero no me detuve a pensarlo ya que el nudo que se estaba creando en mi interior estaba listo para estallar.

- Chris... Christopher – Clavé mis uñas en su espalda. – Te amo – inmediatamente después de escuchar esas palabras aumentó sus movimientos, fuertes y profundos provocando que el nudo explotara dejándome sin aliento. Me abracé a él, escondiendo mi cara en su pecho.

Se movió conmigo en brazos, aun dentro de mí, después de unos pasos sentí como mi espalda se apoyaba en la cama, nuestros pechos tocándose. Con delicadeza retiró el cabello de mi rostro para llenarlo de besos tiernos y delicados.

- Aún no hemos terminado amor – dijo antes de volver a poseer mi boca y sus movimientos reiniciaran.

Ese día estuvo lleno de caricias cálidas y movimientos suaves. Cada toque suyo era lento y preciso como si estuviera venerando mi cuerpo como si lo estuviera volviendo a conocer. Siempre de frente, siempre mirándonos. Mis labios pronunciaron aquellas palabras tantas veces que fue imposible mantener la cuenta, pero al final, nos habíamos vuelto a reencontrar y estábamos en donde siempre pertenecimos.

FIN

UN POCO MÁS QUE ORDINARIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora