31. Expiación

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- ¿Estás segura de que quieres hablar con él?

Enrique se escuchaba genuinamente preocupado. Nos encontrábamos en su patio sentados en unas escaleras de madera con vista directa hacia el jardín. Su madre se había encargado de llenar la tierra con árboles frutales y flores, incluso en algún lugar estaba segura de que encontraría un huerto con lo necesario para sobrevivir.

La cena terminó hace una hora y todos los invitados aún permanecían dentro de la casa a excepción de nosotros.

- Si, es algo que debemos hacer. Nunca pudimos hablar después de... eso. – solo asintió, aunque sabía que no estaba de acuerdo conmigo.

- ¿Y estarás bien?

- Eso creo – el aire fresco mantenía mis pensamientos claros como el agua. Lo cual agradecía.

- Bien, pero llámame si necesitas algo – no era nada común que se comportara de forma seria, pero comprendía su preocupación. Había sido testigo de todos mis problemas y tuvo un papel activo en resolverlos. Me vio llorar por mi familia, más por enojo que tristeza, y cuando pensábamos que ya estaba recuperada, me ve llorar por una nota. No recordaba cuando la última vez que fue testigo de mis decepciones.

- Gracias, por todo

- Siempre – dijo chocando su cerveza con la mía, y mirando la noche justo encima de nosotros.



El día siguiente pasó tan rápido como un suspiro.

Justo cuando me estaba alistando para marcharme hacia mi departamento donde tendría la charla pendiente con Christopher, Diana se acerca para informarme que mi presencia era requerida en la sala de juntas. Una reunión sorpresa con el Sr. De la Garza y los directivos algo común cada bimestre, sólo que ahora era el peor momento que pudieron elegir, no había forma de zafarme.

Estas juntas solían tardar horas para algo que fácilmente podría compartirse en un correo electrónico. Tomé mi celular, tenía que avisarle a Christopher que no llegaría y posponer la conversación. Como no estaba lista para escuchar su voz decidí mandarle mensaje.

"Saldré tarde, mejor hablamos otro día"

"No, te espero" contestó de forma inmediata.

"No estoy segura cuanto tiempo me tardaré. Pueden ser horas."

"Te espero" repitió. Le suspiré al celular, era inútil insistir. Sabía que no existía forma de que cambiara de opinión.

Tres horas después y sin nada nuevo por fin me encontraba en el elevador de mi edificio, el cansancio evitó que la ansiedad me consumiera. Le había vuelto mandar un mensaje a Christopher al salir informándole que me encontraba en camino al cual no contestó. No vi su carro afuera por lo que desconocía en donde se encontraba esperándome. Si es que seguía haciéndolo.

El pasillo de mi piso se sentía más largo que de costumbre, estar lejos semanas podía cambiar tu percepción de lo que creías conocer a la perfección. Me encontraba tan sumida en mis pensamientos que no me percaté del hombre sentado en el suelo, con la cabeza recargada en mi puerta y ojos cerrados. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí?

Me detuve a su lado pensando que abriría los ojos al escucharme acercar, pero no lo hizo. Me puse de cuclillas para estar al nivel de su rostro, realmente estaba dormido.

- Christopher – ninguna reacción, toque su hombro levemente, tratando de despertarlo lo más gentil posible - ¿Christopher? – sus ojos pestañearon con confusión y cuando se enfocaron en mí, se agrandaron por la sorpresa. – Lamento la tardanza.

UN POCO MÁS QUE ORDINARIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora