Capítulo 2 (parte 1)

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Axel.

Miro el reloj. Son las ocho menos diez. Debo haber batido mi récord de puntualidad, lo que hace que me queden unos minutos de libertad y tranquilidad que estoy dispuesto a disfrutar.

Tengo las manos metidas en los bolsillos de mi cazadora de cuero mientras camino por los pasillos del instituto con la mochila colgada solo sobre uno de mis hombros.

«Tengo otra oportunidad. Podré descubrir la verdad». Solo de pensarlo sonrío.

—¡Jerónimoooo! —La voz de Lars resuena a mis espaldas y no me da tiempo de apartarme antes de que salte sobre mí y se quede colgado de mi espalda como un koala a su tronco.

Casi pierdo el equilibrio y tengo que agarrarme a lo primero que pillo —lo cual resulta ser la cabeza de una niña de primer o segundo año que me fulmina con la mirada y se va corriendo— para mantenerme en pie.

—¡Tío, ¿cuántas veces tengo que decirte que dejes de hacer eso?! ¡Mides más de metro setenta y cinco!

Se deja caer, utilizando mi espalda como un tobogán, y pasa uno de sus brazos por mi cuello. Luego se inclina para mirarme y la comisura de sus labios se elevan.

—¿Y esa sonrisilla? —pregunta, interesado.

Frunzo el ceño al mismo tiempo que borro cualquier rastro de sonrisa en mi rostro.

—¿Qué sonrisa? —vacilo, haciéndome el tonto.

—La que tenías hasta hace unos momentos. —Sus manos suben hasta mis cachetes y los aprieta con diversión—. ¿Has conocido a alguien que ilumina tus días? ¿O tal vez a tu media naranja? ¿Al amor de tu vida? Venga, cuéntamelo todo.

Tengo la sensación de que mis mofletes arden —y no porque Lars me los haya estrujado con fuerza—, así que me obligo a suspirar profundamente.

—Eres un cursi, Lars. El amor no existe.

—Vengaaa —insiste—. No te hagas el chico duro sin sentimientos al que han traicionado y ya no confía más en el amor, pero el cual de repente encuentra a su alma gemela que le hace recordar lo bonito que se siente amar y...

—Lo dicho, eres un cursi y estás delirando —le interrumpo—. La vida no es una película. No es de color rosa, es más bien como una película retro, esas que se veían a principios de los cincuenta en blanco y negro.

—Y tú eres un pesimista. Que te haya ido mal con una chica no significa que te vaya a ir mal con todas. Y si crees esa tontería de que todas son iguales, hazte gay; a problemas, soluciones. Espabila.

—Bien, gracias por tus consejos. Muy útiles, los tendré en cuenta —digo en tono sarcástico.

No es que piense que me vaya a ir mal con otras chicas, es que no quiero que haya otras. Quiero que sea ella. Que sea la primera, la última y la única. Ojalá Lars tuviera razón y la vida fuera tan sencilla porque sí, admito que estoy perdiendo las ganas de volverme a enamorar... A lo mejor me vendría bien que apareciera esa chica que sacudiera mi vida e hiciera que las mariposas reaparecieran en mi estómago. ¿Jan tendrá alguna hermana...?

De repente, él se separa de mí bruscamente y su expresión cambia drásticamente a una serena mientras sus ojos grisáceos, iguales a los míos, se quedan clavados en el frente y me da una colleja.

—¿Qué cojones te pa...?

Un codazo en las costillas hace que me atragante con mis propias palabras y empiezo a toser.

—Ahí viene Sven —me explica en un murmullo.

Entonces todo cobra sentido. A lo lejos veo a Sven junto a León, ambos acercándose a nosotros y con la misma ropa: chaqueta de cuero —la misma que yo, ya que nos las compramos juntos para parecer una banda— y pantalones vaqueros rasgados.

Amar tiene un precio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora