Capítulo 5 (parte 1)

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Axel.

—Mamá, va a venir gente a casa. No me avergüences y enciérrate en un cuarto con papá sin hacer ruido. 

Mi madre se levanta del sofá de un salto y, después de quitar el programa de reformas que estaba viendo, se acerca a mí con una mueca de verdadero terror.

—¡Ay, hijo! ¿Me lo dices ahora? ¡La casa está hecha un desastre!

—Da igual, solo tienes que encerrarte en una habitación y ya está... Mamá, ¿me estás escuchando? 

No, claro que no lo está haciendo. Ha cogido con una mano la aspiradora y con la otra la fregona. Uff, lo único que puedo hacer es rezar porque, después de limpiar hasta la mancha más ínfima de la faz de la Tierra, me haga caso.

—¡Niklas, ve al supermercado y compra magdalena!

Lo que me faltaba, ¡está invocando a la marmota!

—Mamá... —suspiro pesadamente—. Deja a papá tranquilo, seguramente esté durmiendo o jugando a la play. Ya sabes que no le gusta que le molestes porque entonces se distraerá, lo matarán y te echará la culpa.

—¡Pues que lo maten, que está enganchado a ese jueguecito y hace falta comida para tus amigos! —Parece percatarse de algo y entrecierra los ojos—. Por favor, dime que no es la chusma esa que lleva chaquetas de cuero aunque sea verano.

Niego. 

—No. No es la chusma esa

—Menos mal. A esos no les compro ni una barra seca de pan. 

—¡Mamá! —la regaño. Yo haría lo mismo, pero ella es mi madre, ¡tiene que dar ejemplo!

—Dime, amor mío. —Y, para sorpresa de todos, ahí está el desaparecido, el que se perdió en su propia casa... ¡Mi padre!

—¡Compra las magdalenas esas que parecen caseras y refrescos de marca cara, que aquí solo tenemos de marca blanca y no quiero que se metan con nuestro niño precioso! 

—¿Y por qué no va él y lo compra con su dinero? 

Agh, al final el que se va a encerrar en su cuarto soy yo.

Me quedo en mi habitación, planificando el día de mañana, hasta que tocan el timbre y salgo disparado a abrir la puerta, empujando a mi madre por el camino y ganándome uno de sus ¡Ten más cuidado, niño! 

Contengo la sonrisa al ver a Astrid otra vez en el recibidor, luego ya no me hace falta contenerla, se ha esfumado.

—¿Qué cojones hace esa víbora aquí? 

—¡Axel! —Mi madre me da una colleja que me deja mareado—. ¡No le hables así a tus amigos! —Finge una risotada mientras me sobo la cabeza, dolorido.

—Ella no es mi amiga.

Mi madre me quita de en medio para ver a mis invitados y abre mucho los ojos al verla.

—¡Astrid, cariño! Cuánto has crecido. —Agarra su muñeca para hacerla entrar—. Qué bien que hayáis arreglado las cosas. Mi niñito nunca lo reconocerá, pero se pasó semanas llorando. —Me pega un codazo, soltando otra risita. Genial, me está avergonzando. Astrid me mira incómoda y siento como me pide ayuda, esto va a ser divertido—. ¿Cómo está tu madre? 

Oh, ¡venga ya, mamá! Lo has jodido todo, ¡no se menciona a la madre de Astrid, nunca! Ahora tendré que intervenir. 

—¡Es mi invitada, no la tuya! —Ahora soy yo el que agarra la muñeca de Astrid e, inevitablemente, me estremezco. Hacía tanto que no la tocaba.

Amar tiene un precio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora