Capítulo 6 (parte 2)

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Astrid.

—¿Cosas que hacer en Suecia? —Axel contiene la risa mientras ojea la lista—. ¿Desde cuándo eres guía turística?

—Jaja, qué gracioso. —Fuerzo una risa sarcástica—. Jan está aquí de intercambio, así que he pensado que sería buena idea hacer una lista de cosas esenciales que debería hacer sí o sí el tiempo que esté aquí.

—Voy a perdonarte lo de beber chocolate caliente, aunque eso se puede hacer en todas partes, porque supongo que querrás que prepare yo mi famoso chocolate, pero ¿puedo saber por qué pone jugar a juegos de mesa y aprender a hacer las tareas de la casa? Que yo sepa, no son cosas típicas de Suecia.

—¡Sí lo son! —grito, tratando de sonar ofendida, pero la verdad es que me da un poco de vergüenza haber puesto esos puntos en la lista—. Hay juegos suecos y en Suecia nos encanta hacer las tareas de la casa, ¡somos muy responsables!

—Mentira, a mí no me gusta ni limpiar ni hacerme la cama y soy más sueco que las albóndigas suecas del Ikea.

Cojo una de sus almohadas y se la estampo contra la cara.

—Cállate —le espeto.

Me escudriña con la mirada de arriba a abajo. Sé que sospecha algo, pero yo no pienso decirle nada, eso es cosa de Jan.

—Me he quedado sin ideas —continúo—, y como tú eres don imaginación, creía que sería buena idea pedirte ayuda, veo que me he equivocado —dramatizo, levantándome de la cama.

No puedo continuar con mi espectáculo porque Axel me agarra de la cintura y vuelve a tirarme en la cama.

No dramatices, sabes que te quiero —dice, sarcástico.

—Venga ya, creía que ya lo habíamos hablado. ¡No lo decía en serio! —carcajeo divertidamente.

Ahora es él quien me golpea con una almohada.

—¿Vas a ayudarme o no? —Estoy desesperada, no se me ocurre nada y sé que Axel tendrá mil ideas más. Necesito que me ayude porque quiero que Jan se sienta como en casa. Sé que es algo importante para él descubrir más acerca de él mismo, por eso vamos a cumplir todos los puntos de esta lista. Es verdad que estos últimos días le he estado evitando, no me gusta ignorarlo; de hecho, quiero pasar todo el tiempo que pueda con él antes de que se vaya, ¿pero que puedo hacer? ¡Le gusta a mi mejor amiga!

—Claro que te voy a ayudar, Star. Eres mi consentida.

Suspiro con frustración.

—¿Ya vamos a volver a utilizar apodos, Axi?

—Quieres que te ayude, ¿no? —Asiento—. Entonces vas a tener que escucharme llamarte Star. —Esboza esa sonrisa tan bonita que me dan ganas de destrozarle todos los dientes.

—Solo con una condición. —Levanta las cejas, animándome a continuar—. Yo también te puedo llamar Axi.

Arruga la nariz, intentando mostrarse ofendido, pero a mí me resulta muy tierno.

—No. —Se cruza de brazos—. Rotundamente no.

—Venga, Axi, soy tu consentida, ¿recuerdas?

Pone los ojos en blanco, y vuelve a echarle otro vistazo a la lista.

—Solo tienes dos puntos y ya te quedas sin ideas, qué mente más privilegiada —ironiza—. Me parece increíble que no hayas puesto ver una aurora boreal...

—Mi pirici incriibli qui ni... —le imito, con un ligero rubor en las mejillas, me siento estúpida.

—Y siento decirte, princesita, que no hay pistas de esquí cerca.

Amar tiene un precio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora