Capítulo 8 (parte 2)

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Me paso las siguientes dos horas, esperando a que Astrid llegue a casa, jugando a un juego que me instaló Lars. 

Llaman al timbre y me pregunto si abrir o no, Astrid me dijo que nunca abriera, así que no abriré.

Me estoy reincorporando en el sofá cuando el móvil me vibra. Un mensaje.

Astrid: Abre.

Elevo una de mis cejas. ¿Debería abrir...?

Otro mensaje.

Astrid: Abre. Te he dado mis llaves, ¿recuerdas? 

Ah, es cierto. Sus llaves las tengo yo.

Me levanto del sofá y camino hacia la puerta. Cuando la abro, siento que Astrid quiere estrangularme.

—Te he conseguido un trabajo en la misma librería en la que trabajo. Empiezas el lunes. 

No tengo ni idea de libros, pero de todas formas se lo agradezco:

—¡Muchas gracias!

Me ignora y se encierra en su cuarto. Voy detrás de ella, necesito arreglar lo que sea que se haya roto entre nosotros dos.

Voy a su habitación y pego a su puerta con los nudillos.

Entreabre la puerta, asomando solo la cabeza. Levanta las cejas para que hable.

—Esto... —Carraspeo, tratando de poner los pensamientos de mi cabeza en orden—. Yo pretendía hablar contigo.

—No tenemos nada de lo que hablar. —Intenta volver a cerrar la puerta, pero pongo el pie, impidiéndoselo. 

—¿Qué te pasa? ¿Por qué no quieres hablar conmigo? Creía que te caía bien... ¿He hecho algo mal? ¿Te arrepientes de haberme dejado vivir en tu casa, es eso? —Una ola de inseguridad, algo que no había sentido nunca, me azota con violencia. Tal vez no sea suficiente para ser su amigo, tal vez ella quiera amigos mejores como Axel y Lars, que no sean tan raros como yo.

—Mira, no me malinterpretes, me caes bien y todo eso, pero no puedo hablar contigo. Código de chicas. 

—¿Código de chicas? —Frunzo el ceño, otra vez sus palabrejas extrañas.

—Sí. Regla número uno: no se habla con el novio de tu amiga. 

—Eso no tiene sentido... —Sacudo la cabeza, tratando de asimilar lo último que ha dicho, ¿novios?—. Además, ni siquiera somos novios. 

Pone los ojos en blanco como si le estuviera tomando el pelo.

—Jan, vi cómo os besabais. Claro que sois novios.

—No, no lo somos. Fue un beso de amigos. —Suelta una risita amarga que me pone de los nervios. Estoy intentando arreglar las cosas y ella no se lo toma en serio—. ¿De qué te ríes? 

—Los amigos no se besan, joder. Deja de tratarme como si fuera idiota.

¿Cómo que no se besan? Yo... yo creía que ese era un beso de amigos. Entonces, ¿a qué vino eso? ¿Klara piensa que quiero ser su novio?

—¡No somos novios, Astrid!

—Pero te gusta.

No respondo. No porque me guste, sino porque no sé a qué se refieren con que te guste alguien y prefiero no contestar para evitar malentendidos.

—Ajá. Lo sabía, te gusta.

—¡No es eso! —Me apresuro a responder—. ¡Es que no lo sé! 

Amar tiene un precio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora