—¡No! —me rebelo. La profesora me lanza una mirada airada y me planteo seriamente retirarme de la batalla; pero, seamos sinceros, nunca lo haría. Soy Axel Svensson, nací de madrugada, tras darle mucho por culo a mi madre, peleando y moriré haciéndolo—. Me pongo con Jan. Incluso con Astrid. Pero con esta no... —Le echo una miradita rápida a Klara y niego con la cabeza—. Ni en broma.
—Esta —repite Klara con un tono cargado de desdén— se llama Klara y antes la besabas con ganas.
Abro tanto los ojos que casi se salen de mis órbitas.
—¿Perdona...? —mascullo, incrédulo.
—Te dije que no me besaras —lloriquea, frotándose los ojos con la yema de los dedos—. Astrid es mi amiga y yo siempre la respetaré —reafirma con un asentimiento de cabeza.
Actúa tan bien que me hace dudar de mí mismo. Está mintiendo, ¿no? Pestañeo mientras agito la cabeza para deshacerme de esos pensamientos. ¡Claro que está mintiendo, ella me besó a mí y sin mi consentimiento!
Entreabro los labios para recriminarle que eso no es cierto cuando un grito me interrumpe:
—¡Axel! —vocifera la profe—. ¿¡Algún puñetero día me vas a hacer caso y vas a cerrar la boca!?
La miro con intranquilidad. ¿Tan complicado le resulta no hacerme la vida imposible y ponerme con quien sea menos con Klara?
Habitualmente mi motivación para ir al instituto dura al menos una semana, pero llevamos tan solo dos días de clases y ya quiero que sean vacaciones.
—A lo mejor —acabo diciendo, pero aún quedan cerca de 180 días lectivos y está claro que hoy no es ese día—. No me voy a poner con ella —insisto.
Cierra los ojos con fuerza y respira profundamente tratando de calmarse. Estoy seguro de que si no fuese ilegal ya me habría dado un par de ostias. Inhala y exhala tan profundamente que creo que su aliento a atún llega hasta el aula de enfrente.
—Está bien —dice al fin, una vez abre los ojos. Estoy apunto de levantarme y besarle los pies cuando añade—: Te pongo un cero entonces, ¿lo quieres?
Siento que la mandíbula se me cae y acto seguido todos los músculos de mi cara se contraen. No sé ni porqué me sorprende, debería haberlo supuesto: mi profesora es la señora Nayros, y tiene que seguir su legado familiar.
—A ver... Sinceramente, un cero no me apetece mucho, la verdad —reconozco, tratando de ponerle un poco de humor a la situación para suavizarla.
—¡A mí no me apetece mucho escucharte y aquí estoy aguantando tus idioteces!
Se ve que el humor no ha funcionado, así que tendré que optar por mi última estrategia. Una estrategia que solo uso en ocasiones desesperadas, MUY DESESPERADAS.
—Por favor, cámbiame de equipo —le suplico poniendo cara de cachorrito inocente—. Somos impares y alguien se quedará solo... Axel no quiere que nadie se quede solo —mi voz sale como la de un niño pequeño.
Percibo cierta duda en el rostro de la profesora.
«¡Lo hemos conseguido, Ax!», pienso, conteniendo una sonrisa.
—Última oportunidad —me avisa, impaciente, dando golpecitos al suelo con el pie—. ¿Klara o nada?
«¡Nooooo!».
Nota mental: no volver a ilusionarme antes de tiempo.
Esta es la última oportunidad de verdad, lo sé por cómo me mira la profesora, así que tengo que pensarlo seriamente. Mi respuesta será definitiva.
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Amar tiene un precio.
RomanceEn un pequeño pueblo de Suecia, donde los estereotipos definen a las personas, Astrid se ha perdido a sí misma. Tras romper con su novio, conoce a Jan, un chico alemán de intercambio que despierta en ella sentimientos inesperados. Sin embargo, Jan n...