Capítulo 16 (Último capítulo)

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//Quiero llorar, ¿cómo que este es el último capítulo? Mis niños se me van :(

Diez años después.

Axel.

Han pasado diez años desde la última vez que supe algo de Jan. Esa tarde, no habían pasado ni treinta minutos desde nuestra despedida, Astrid me llamó llorando diciendo que se había ido. Mentiría si dijera que no me he arrepentido nunca de la decisión que tomé, pero creo que hice lo mejor para cuidar a la persona a la que más quería.

Os estaréis preguntando qué ha pasado durante estos últimos diez años. Bueno, diez años son mucho tiempo, pero trataré de resumirlo.

Lars trató de ponerse en contacto conmigo varias veces, así que acabé poniéndole una orden de alejamiento de mí y de Astrid. Poco antes de cumplir los veintidós años, Lars mató a su padre de doce puñaladas antes de suicidarse. Decidí ir a su funeral solo porque estoy seguro de que de verdad me quiso, pero se desvió por un mal camino del que nunca pudo salir, y nunca podré perdonarle lo que le hizo a Astrid. A veces voy a visitarlo con lágrimas en los ojos y le pregunto por qué lo hizo, por qué tuvo que destruir nuestra amistad de esa manera. Las respuestas nunca llegan, pero el dolor persiste.

En cuanto a Sven se refiere, cuando cumplió los dieciocho años se fue de Visby y nadie volvió a saber nada más de él.

León y Klara acabaron casándose. Dejaron de guiarse tanto por los estereotipos y arreglaron sus problemas de baja autoestima. Después de años yendo al psicólogo, visitaron a Astrid y le pidieron disculpas por todo lo que le hicieron; Astrid les perdonó porque es demasiado buena, pero yo nunca lo haré al igual que nunca perdoné al que había sido mi amigo de toda la vida.

Ewa consiguió recuperar a sus hijos y volvió a Polonia, aunque a veces viene a visitarnos con toda su familia.

Paula Olsson, la hija del seleccionador del equipo de hockey sobre hielo, y yo somos amigos muy cercanos. Vivo en Estocolmo la mayor parte del año, por lo que ella es de las pocas personas con las que puedo hablar —además de mis compañeros de equipo— y lo sabe todo de mí. Cuando yo ya había perdido la fe en las amistades, ella me enseñó a que podía confiar en ella y que no todos mis amigos serían unos traidores como Lars.

Mi madre, con una ayuda económica mía, abrió su propia floristería y ahora se dedica a lo que siempre le apasionó: las plantas. Sigue viendo sus telenovelas turcas y está escribiendo una porque dice que en Suecia no hay telenovelas suficientes. La ha llamado "Amar tiene un precio" y dice que está basada en hechos reales.

Mi padre sigue desapareciendo en su propia casa, se pasa el día durmiendo y jugando a videojuegos, pero ha logrado superar la muerte de mi hermana y poco a poco estamos volviendo a crear un vínculo padre-hijo.

Anders, el chico cuya hermana también fue asesinada, ahora tiene diecisiete años y quiere jugar en la selección sueca, así que ¿adivinad quién está siendo su entrenador? Exacto, ¡yo!

Astrid acabó estudiando medicina y ahora investiga curas para enfermedades como la de su madre. Superó todos sus miedos y complejos, volvió a su pelo natural y a sus camisetas frikis, y nadie volvió a apagarla jamás. Ella, Paula y Olivia —una chica que conoció mientras trabajaba en una librería— tienen un grupo de amigas súper especial, el típico que envidian todas de lo sano que es.

Y yo conseguí una beca para el MIT y estudié ingeniería informática mientras compaginaba mis estudios con la selección de hockey, de snowboard y de esquí. Hice historia al competir con tres deportes distintos en unas mismas olimpiadas y, lo mejor de todo, fue cuando conseguí tres medallas de oro. A día de hoy tengo nueve medallas de oro y una de plata (las últimas olimpiadas me animé a probar con el esquí de montaña y me fue bastante bien, aunque dentro de tres años, cuando haya nuevas olimpiadas, conseguiré hacerme con la de oro). Me llaman el imbatible, así que ya podréis intuir que mi ego está por las nubes. Tengo alrededor de cincuenta millones de seguidores en cada una de mis redes sociales, y mi propia marca de ropa deportiva. Al final el MIT no me sirvió de mucho porque tengo dinero asegurado de por vida, pero no todos tienen una orla del MIT de la carrera de ingeniería informática colgada en su pared junto a todos los trofeos y medallas que ha ganado a lo largo de su vida en deportes distintos.

Amar tiene un precio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora