Cinco años después.
Astrid.
—Feliz cumpleaños, Axel —le saludo, sentándome frente a su tumba—. Lo siento por no visitarte tanto como me gustaría; cada vez que me acerco a tu tumba, las lágrimas me emborronan la vista y la presión que siento en el pecho me impide respirar. También siento que los gemelos no hayan podido venir a felicitarte, están en una práctica de hockey y no se pierden ni una, les encanta tanto como a ti. ¿A que no adivinas quién es su entrenador? El señor Gunnarson, el mismo que te enseñó a ti a patinar, ¿no es increíble? Dice que te ve a ti en ellos... Todo el mundo lo dice y a veces hasta yo misma pienso que antes de irte dividiste tu alma en dos y le diste un cachito de ella a cada uno. También les encanta cocinar, y cada día, al volver a casa, me piden que cocinemos juntos. La verdad es que yo prefiero pedir una pizza porque ya sabes que la cocina nunca fue lo mío, pero solo por ver sus sonrisas, que son iguales a las tuyas, hago lo que sea. Tus padres están bien, por cierto; intento visitarlos cada día, y los fines de semana dejo que los gemelos se queden a dormir porque a tus padres les viene bien... Demasiado bien me atrevería a decir, tu padre ya le ha enseñado a Enok a jugar a videojuegos, y tu madre atiborra a Nils de magdalenas que sigue comprando en el supermercado de al lado. Tu amigo Anders ha conseguido entrar en la selección, y Paula viene a visitarte cuando puede. Y yo... —No puedo evitar que la voz se me rompa—. Los niños necesitan que esté bien, pero no lo estoy, Ax. No esperaba que nuestra historia terminara tan pronto, quería que lo hiciese cuando fuésemos viejos, cuando la vida lo indicara... Te echo mucho de menos, Axi. Echo de menos que me llames Star, princesa o cualquier otro de tus malditos apodos. Echo de menos tu sarcasmo, tu sonrisa, tus ojos grises, verte jugar al hockey o hacer un truco de snowboard que me hacía temer por tu cabeza... A veces me arrepiento de haberte contado lo de Sven; si no lo hubieses sabido, nunca le habrías roto la nariz y él nunca habría buscado esa venganza que terminó matándote. Lo siento, Axel, tú me salvaste y yo a ti te maté. —Miro el reloj, con las mejillas húmedas por las lágrimas—. Tengo que ir a recoger a los niños. Te cocinaremos un pastel de chocolate, como a ti te gustaban, y soplarás las velas... Treinta y dos años ya, te haces viejo, Ax.
Me limpio las lágrimas con la manga de mi camiseta y me levanto del césped.
Quiero despertarme ya de esta pesadilla, quiero volver con Axel y cuidar a nuestros hijos juntos, quiero que Axel esté con nosotros... No puedo vivir sin él, lo he intentado estos cinco años y no puedo. Por favor, necesito que vuelva.
Mi mirada se desplaza hasta la ladera que se encuentra detrás de mí y me quedo petrificada al ver una silueta bastante familiar.
Subo corriendo hasta situarme frente a él.
No me lo puedo creer. Ha cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, pero no me cuesta reconocerlo. Ya no parece tan inocente y risueño como antes, luce más maduro y acorde con su edad.
—¿Qué te trae por Gotland, novato? —me atrevo a preguntar con un nudo en la garganta.
—Creo que me he enamorado, ricitos.
Pero, ¿quién dijo que fuese de mí?
Fin.
(Vale, estoy llorando. Un montón. Gracias por leer "Amar tiene un precio" hasta el final. Aquí se acaba la historia de Astrid Nilsson, Axel Svensson y Jan Wecker. Nos vemos en otra historia, adiós).

ESTÁS LEYENDO
Amar tiene un precio.
RomanceEn un pequeño pueblo de Suecia, donde los estereotipos definen a las personas, Astrid se ha perdido a sí misma. Tras romper con su novio, conoce a Jan, un chico alemán de intercambio que despierta en ella sentimientos inesperados. Sin embargo, Jan n...