🥀PRÓLOGO🥀

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EUROPA CENTRAL
SIGLO XI


Aparecieron de pronto entre los jirones de neblina que se entreveraban por los árboles del tupido bosque, tal y como si fuesen fantasmas arrancados de la violencia. Eran guerreros, magiares mercenarios, de imponente aspecto, con sus armaduras y cotas de malla sucias de lodo y sangre, mostrando los arañazos y las hendiduras que armas enemigas habían dejado en ellas.

Venian a caballo.

Exhaustos, ateridos de frío, guardando un ominoso silencio en sus rostros curtidos de facciones como esculpidas en piedra, semiocultas en las marañas ensortijadas de sus hirsutas barbas.

Avanzaban con lentitud, dejándose llevar por el cansino paso de sus fatigadas cabalgaduras, muchas de las cuales mostraban heridas recientes entre su pelaje empapado y sucio. Por los collares de las bestias se escapaba el vaho, revelando el frío de aquella mañana gris, azotada por una insistente llovizna que calaba hasta los huesos.

El lugar era umbrio, de follaje cerrado y altos árboles de recios troncos cubiertos de musgo, cuyas copas se juntaban allá en lo alto, dejando apenas pasar la pálida y grisacea claridad de aquella mañana de invierno. El silencio de la floresta se rompia con el avance de los hombres y las bestias a través del suelo pantanoso cubierto de hojarasca podrida. Las armaduras y las pesadas armas en sus fundas, o terciadas en sus espaldas, producian un ruido metálico, apagado.

Eran no más de diez, desperdigados en la zona. Al frente de ellos venía un hombre imponente, por su estatura y aspecto. Una gruesa piel de oso cubría sus amplios y poderosos hombros. Su enorme cabeza de tupida melena ensortijada que caia sobre su espalda cubierta de un vello hirsuto, leonado, estaba protegida por un casco de metal del que sobresalian dos largos cuernos en espiral, rematados en filosas puntas, y del que colgaban dos tiras de cabello humano como macabre trofeo de guerra. Sus ojos eran crueles y frios, de un color amarillo acerado. Sus labios delgados bajo una nariz ganchuda y poderosa. Una enorme hacha de guerra se terciaba a su espalda, y en la funda de su cabalgadura se anidaba una pesada espada de grandes dimensiones, sólo capaz de ser blandida por un hombre como aquel que era su dueño.

La sola mención de su nombre hacia estremecer a los enemigos de ese formidable señor feudal, legendario por su valor, ferocidad y su crueldad. Su grito de guerra estremecia y acudia con ramalazos de pânico a quienes se le enfrentaban, un "No pramonerod" Su emblema, que ondeaba orgulloso en lo alto de una larga pica, eran dos lobos rampantes de expresión fiera, contra un fondo encarnado.

Era Jungkook, conocido también como el ''Lobo Cruel" Regresaba de una brutal campaña, en donde sus huestes prácticamente habían aniquilado al enemigo. No habían quedado sobrevivientes en aqueIla que fue una brutal carniceria, los heridos y los pocos que escaparon ilesos habían sido cruentamente empalados en el mismo campo de batalla.

El grueso del ejército se habia quedado acampando en el lugar de la conquista, y ahora Jungkook volvia a su amada tierra acompañado sólo de sus hombres más leales. No regresaba siquiera a su castillo, a su feudo, donde era amo y señor, y que quedaba a unas cuantas jornadas de viaje de donde ahora se encontraba, sino que se encaminaba hacia otro lugar, que le llamaba de manera imperiosa, que le hacia hervir la sangre y latir con desbordada pasión el corazón. Ahi, ya no tan lejos. donde también vivia y respiraba aquel joven, ansiando asimismo su regreso; el único hombre que habia podido inspirar amor y ternura en aquella alma brutal, curtida por la violencia y el odio: Jimin, su amado Jimin!

Ya más avanzada la mañana, los guerreros dejaron el bosque para adentrarse en una vasta llanura quebrada por un rio que serpenteaba y bordeaba al fondo de una agreste montaña en la que dominaba la imponente y tosca construcción de un castillo.

Jungkook detuvo su caballo y clavó la mirada en las torres que se erguían por encima de las gruesas murallas, ahí donde ondeaban los emblemas del viejo Rendor Ferenc, dueño y señor de esas tierras y padre del hombre que amaba. Hombre poderoso y de los más cercanos al Rey István, converso a la fe cristiana no sólo por convicción sino por lealtad a su soberano y a los mandatos de la cabeza indiscutible de aquella Iglesia, el papa Silvestre II, el hombre al que Jungkook más odiaba en el mundo.

Sin poder contener la emoción, Jungkook, anhelante por llegar al encuentro de su amado, clavó los talones en los ijares de su caballo y reinició el camino rumbo a aquella fortaleza en donde le esperaba el amor, o la muerte.


El Príncipe Maldito

El Principe Maldito- Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora