CAPITULO II

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EUROPA CENTRAL
SIGLO XI

Traspusieron la gran puerta del castillo, cuya reja estaba ahora levantada para franquearles el paso. Ignorando a quienes les miraban con silenciosa expectación o curiosidad, u otros con prevención, admiración, recelo o temor, el grupo de guerreros magiares avanzó al paso de sus caballos, siguiendo a su líder, que se mantenía erguido y altivo, sabedor de las encontradas emociones y reacciones que su presencia despertaba.

Jungkook pudo observar a los guardias armados con ballestas que transitaban por el angosto camino que rodeaba metros arriba la gruesa muralla exterior, haciendo su rondin de una almena a la otra, y que les observaban en discreta vigilancia.

Cruzaron al fin por otro gran arco para desembocar en el patio de armas, un amplio rectángulo enclaustrado y rodeado por una galería de arcadas soportadas por gruesas columnas cuyos corredores llevaban a pasadizos o escalinatas que conducían a cámaras secretas o a otras áreas del castillo, como la herrería o las habitaciones de la guarnición que cuidaba de aquellos lugares.

Los guerreros detuvieron sus caballos y desmontaron, desentumiendo sus adoloridos cuerpos que habían soportado largas horas de cabalgar. Se notaban hambrientos y ávidos de descanso. Por uno de los pasadizos, irrumpió al patio Latos, el Jefe de Guardias, acompañado de varios criados. Llegándose ante los hombres confrontó a Jungkook, ante quien inclinó el cuerpo en una respetuosa caravana, para manifestarle en tono solemne y a nombre de su amo y señor, la bienvenida al castillo, el cual se ponía totalmente a su disposición y a la de sus hombres.

Jungkook agradeció despectivamente la bienvenida, y preguntó en tono seco y altivo:

-¿Y dónde está tu Señor que no se ha dignado venir a recibir a quien será el esposo de su hijo?

El guardia tartamudeó un instante al responder, impresionado ante la presencia del temible guerrero, y habló adulador, justificándole:

-Él está ahora en la sala de armas atendiendo asuntos importantes, sin que el recibirle a usted lo sea menos, por supuesto. Así que, yo, Latos, Jefe de Guardias de este castillo, en nombre de mi Amo y Señor, le ruego lo excuse por tan involuntaria omisión, pero tenga la seguridad de que pronto estará ante su presencia para saludarle como usted merece y ofrecerle todos sus parabienes. Por ahora tengo instrucciones de conducirle a sus aposentos y de ver que sus nobles acompañantes sean igualmente atendidos, y sus caballos debidamente cuidados y alimentados.

Jungkook le acalló con un impaciente ademán.

-¡Está bien! ¡Está bien!

El guardia se quedó en silencio. De inmediato y con unos rápidos y enérgicos ademanes, alertó a los sirvientes, que se dieron a la tarea de atender a los recién llegados y sus cabalgaduras.

Jungkook, ajeno a tal movimiento, pascó su vista por el lugar. Aquellos muros le eran totalmente familiares. Tantas veces había estado ahí, y siempre movido por el interés de sus sentimientos hacia Jimin. Al pensar en ese rubio, sus ojos adquirieron un nuevo brillo. Hinchó el pecho, conteniendo la emoción que le embargaba, y la sensación ahuecada y placentera en la boca del estómago, que anticipaba el encuentro con su amado. Repentinamente se sintió de un estupendo humor. Y todo el cansancio y las fatigas del viaje parecieron desaparecer en esos momentos.

Por una de las arcadas surgió SunJi avanzando agitada y excitada. Al descubrir a Jungkook, exclamó llena de reverencial respeto, yendo a su encuentro.

-¡Mi Señor!

El duro rostro del Príncipe se suavizó al descubrir a la muchacha.

-¡SunJi!

El Principe Maldito- Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora