CAPITULO VIII

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El Cisne Azul estaba enclavado en la Zona Rosa. Era un edificio que mostraba en su fachada grandes fotografias de las muchachas que ahi trabajaban, y la leyenda "MEN'S CLUB. Abrimos todos los días". Era temprano cuando SJ llegó con su Mini Cooper ante el establecimiento, dejando que un valet parking le tomara las llaves. En la puerta, vigilante y amedrentador, un sujeto alto y corpulento, enfundado en un traje brilloso que le quedaba estrecho, con cuello de toro y cara de pocos amigos, lo miró sin ninguna jovialidad cuando paso a su lado y entró al lugar.
Tardó un instate en acostumbrarse a la penumbra, Al fondo corría una larga barra con espejo en la parte de atrás, donde se alineaban botellas de diversos licores. Hacia el otro lado, enfrente, discurria una pasarela con unos tubos cromádos colocados a cierta distancia unos de otros. Y ahí, iluminada por luces cambiantes, unas hermosas muchachas de cuerpos esculturales evolucionaban y giraban con movimientos sicalipticos, siguiendo el ritmo de la música que escapaba de las bocina estratégicamente ubicadas, turbando la libido de los parroquianos que ocupaban taburetes en la orilla, y agitaban algun billete para que la chica se acercara y bailara ante ellos para ser recompensada con el dinero que el otro colocaba en su daminuta tanga. Más allá había algunos reservados, casi perdidos en la oscuridad, donde algún cliente pagaba por un servicio especial a una de las bailarinas. Unas meseras, luciendo también poca ropa, deambulaban por ahi sirviendo los tragos

SJ localizo al sujeto a un extremo de la barra, cerca de la caja registradora. No llega a los cuarenta años. Alto, atlético, con el cabello ensortijado, plagado de gel y peinado hacia atrás, con sus pantalones ajustados a su cintura estrecha y camisa impecable abierta sobre el musculoso pecho donde colgaba una cadena de oro, lucía su Rolex Rey Midas en la muñeca izquierda mientras fumaba un cigarrillo. Evidentemense el sujeto era un metrosexual, y vigilaba con serenidad el lugar, atendiendo de vez en vez a alguna mesera que le presentaba una comanda para que le diera el visto bueno con su firma, o vigilando al hombre de la caja recibir los pagos. Cuando SJ llegó a su lado y ocupó uno de los taburetes vacios para confrontarlo, el hombre apenas le miró. SJ le informó a que venia. Aparentemente atento a lo que ocurria en la pasarela, el sujeto le respondió con una tajante cortesía, comentándole que la policía habia estado ya por ahí y que el les había dicho todo lo que sabía.

SJ asintió con la cabeza. Le pidió a la cantinera un martini seco, con ginebra Bombay Shapire, y volvió de nuevo al sujeto:

-Yo vengo por los deudos de Nicole. Estoy tratando de buscar un porqué de su absurda muerte, y tal vez usted pueda ayudarme.

El hombre giró lentamente la cabeza y clavó por primera vez su mirada en SJ.

-¿Qué hay que saber...? Fue un asalto, ¿no?

-No lo se... Digame, ella, Nicole, ¿tenia problemas con alguno de sus clientes? ¿Algún enamorado, tal vez? ¿O alguien despechado que hubiera sido rechazado por ella?

El sujeto negó con la cabeza, y habló ufanándose:

-Este lugar es seguro, señor. Las muchachas que trabajan para mi están protegidas... Nadie se atrevería a meterse con ellas. No reafirmó, no creo que ninguna persona de las que asisten a este lugar hubiera sido capaz de hacer lo que ese asesino hizo...- Nuevamente el tinte de orgullo, al rematar.- nosotros somos muy estrictos con la clientela. No cualquiera entra aqui.

El martini llegó para SJ, quien obsequió con una sonrisa a la cantinera. Dio un pequeño sorbo y comentó, con agrado:

-Si que saben prepararlos.

Por primera vez el otro esbozó una sonrisa de agradecimiento. La actitud de SJ habia logrado que dejara de estar en guardia.

-Digame... Nicole vivía con unas muchachas que tambiên trabajan en este lugar.

El Principe Maldito- Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora