CAPITULO VI

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CIUDAD DE MÉXICO.
11:00 P.M.


El Mini Cooper plata y negro se detuvo a la orilla de la acera frente al viejo pero bien conservado edificio art decó, y de él descendió SJ. Notó que había luz en las puertas ventanales con balcón del segundo piso y esbozó una sonrisa para si. Apenas consultó su reloj para constatar la hora, próxima a las once de la noche, y sin embargo el estaba ahi, esperándole. Se acercó a la puerta y abrió con una llave, cruzó el pequeño vestíbulo, y rápidamente llegó a las escaleras.

Su departamento estaba en el segundo piso, con una vista al parque. Y era precisamente el que daba a la calle. Una calle bulliciosa y llena de ambiente, con librerías y galerías de arte, que convivian con cafes al aire libre, bares y pequeños restaurantes que se alineaban unos atrás otros, invadiendo muchas veces las aceras, y siempre con parroquianos de todas las edades y actividades, aunque la mayoría eran jóvenes de entre veinte y treinta años; oficinistas, yupies, intelectuales, artistas y toda una gama de sujetos que hacian de la Condesa un lugar lleno de ambiente bohemio y de encanto cosmopolita.

Taehyung le estaba esperando, aún vestido con un elegante traje gris ejecutivo y una camisa blanca impecable. Lo contempló ahi, cerca de la ventana de doble hoja, abierta para dejar entrar la brisa de la noche, en toda su esbelta hermosura, sintiendo una ola de deseo que siempre le asombraba cuando lo miraba al principio de cada encuentro,

Taehyung habia escuchado el ruido de la llave en la cerradura y después los pasos del hombre. Sin volverse a mirarle, no dejó de agitar la coctelera con encantadora pericia para luego saciar el contenido de la ginebra bien fría en las copas martineras adornadas con una aceituna y una cebollita de cambray.

A sus veinte y tantos años aún era hermoso y de carnes firmes. Lo más sobresaliente de el eran sus largas y bien torneadas piernas que sabía lucir con pantalones lo suficientemente ajustados como para salvar la buena reputación de un destacado miembro del Poder Judicial, pero también, al fin hombre, para atraer las miradas de todas las personas.
Su nombre era Kim Taehyung y se ocupaba de uno de los Juzgados de Distrito en materia penal del Primer Circuito, que manejaba con firmeza y un gran rigor profesional. Precisamente, por un piropo sobre aquellas piernas se había establecido la relación entre ellos. Eso había ocurrido algunos meses atrás, cuando SJ acompañó a uno de sus clientes a formular un alegato ante el guapo juzgador. Taehyung era vehemente y manifestaba su punto de vista jurídico con pasión, sentado en la mesita redonda de base de cristal donde les había invitado a sentarse.
Él apenas podia concentrarse al ver las estupendas piernas del joven, así que cuando éste terminó y preguntó si sus argumentos les convencian, él repuso con una sonrisa galante, que no había forma de discutir cuando tales argumentos se sustentaban en dos "hermosos pilares de la Justicia".
El comentario provocó sofoco en su cliente y Taehyung lo sacó de balance por un instante, haciéndolo ruborizarse, para acabar sonriendo con agrado. Dos semanas después salían a cenar. Y en la segunda cita acabaron en la cama. Taehyung era tan vehemente y apasionado en el sexo como lo era al defender un punto de Derecho. Y lo más importante era que aquella relación se había sustentado en una total independencia. Ni uno ni otro se demandaban nada.

Simplemente eran un par de amigos que disfrutaban de la mutua compañia, sin más lazos ni derechos de exclusividad. Se respetaban sus tiempos y sus espacios. Si podian verse, bien, y si no, también. Jamás había reproches ni escenas de celos. Era pues una relación fluida con aquel joven divorciado, que él agradecía como hombre viudo desde hacia cinco años. Se acercó por atrás tomándolo por la cintura y dándole un pequeño beso bajo el lóbulo de la oreja, le preguntó con cierto tono malicioso:

-¿Qué hace levantado tan tarde, su Señoría?

Taehyung se volvió con una sonrisa. Era moreno, con una ensortijada cabellera que llevaba hasta la altura de los hombros en un corte muy moderno, aunque la mayoría de la veces lo amarraba en una cola algo graciosa. Sus ojos de color cafe brillaron con alegre picardia.

El Principe Maldito- Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora