CAPITULO XI

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La conversación de la noche anterior con Taehyung le había clarificado varias cosas. Admiraba la mente analítica del juez y sus preguntas incisivas, que lo habían conducido a una conclusión importante. Pero ahora, en esa mañana gris y lluviosa, sentado ante su mesa-escritorio, cubierto de papeles y de notas en sus hojas amarillas, contemplaba el pizarrón de corcho en donde había clavado las fotografias de Nicole tomadas en la escena del crimen; las que le practicaron después en el proceso de autopsia, detallando partes de su cuerpo; la foto de su pasaporte y, finalmente, la fotografia que le proporcionaran sus amigas y donde se mostraba sonriente sujetando un cuchillo y a punto de partir un pastel.
"El último pastel de su vida", penso, y la idea fatalista y cruel le removió el ánimo. Muerta. Muerta por algo.
¿Y qué era eso? Aparentemente no faltaba nada en los efectos personales de la joven. Había revisado una y otra vez la lista elaborada por la policia y no descubría ahí algo que faltara. Entonces, ¿cuál había sido el móvil? ¿Una cuenta pendiente con narcotraficantes o con alguien con el que hubiera tenido algún romance fallido o un problema?

No. Nada de eso. Su instinto le indicaba que no era por ahí por donde debía de buscar.

Salió a pasear por el parque para despejar su mente. Para pensar, como en muchas ocasiones atrás solía hacerlo cuando se le presentaba un problema a resolver o un caso dificil que investigar. La lluvia había cesado y olía de manera gratificante a tierra y pasto húmedos, hacia frío. Se levantó el cuello de su chamarra de piel, y fue a sentarse en una banca, en donde encendió uno de sus puros dominicanos favoritos, un don Diego Corona, robusto, mientras dejaba pasear distraídamente la mirada por las personas que por ahi deambulaban o cruzaban ante él, ignorándole, Gente de todo tipo y condición: jóvenes amas de casa empujando una carriola y hablando con monerías al bebé que ahí llevaban; parejitas de enamorados, que se habían escapado, seguramente de la escuela preparatoria que se encontraba a unas cuadras de distancia; alguno que otro trabajador; alguna sirvienta paseando a un perro, Ilevándole de la cadena, esperando pacientemente a que desahogara sus necesidades junto a una palmera, o algún oficinista o empleado de reparto que caminaba con paso apresurado. Sin embargo, nada de eso captaba realmente la atención del criminalista. Su mente estaba en otro lado, clavada en los pormenores de aquel crimen que, ahora sabía, no había sido ocasional. Existía un motivo. Un motivo poderoso como para haberle arrancado la vida a aquella joven muchacha.

¿Pero cuál?

El indicio le llegó en plena madrugada, mientras dormia, formándose en su mente una imagen que le hizo abrir los ojos y despertar alerta y totalmente despejado. Excitado por el dato que se le presentara en su mente, dejó la cama y cruzó la habitación a oscuras para llegar a la estancia. Encendió la luz y se plantó ante el pizarrón de corcho para mirar con atención las fotografias. Y una en especial: "La del cumpleaños", como él la había identificado. Tomó una lupa de la mesa y se acercó para contemplar más en detalle la foto. Estaba ahi en su dedo índice de la mano derecha, era un cilindro de metal amartelinado.

Un anillo.

Con creciente excitación fue a la fotografia que le habían tomado a Nicole en el lugar del crimen. Aquella que había aparecido en los periódicos y en donde estaba cubierta por una sábana, dejando al descubierto el antebrazo y la mano derecha.

Descubrió que en ninguno de los dedos aparecía el anillo, Mas de nuevo la inquietud. ¿Y si lo usaba en la mano izquierda? Volvió a la mesa-escritorio y revisó a detalle el resto de las fotos en donde esa mano podia observarse. Tampoco nada.

No contento con ello, revolvió de nuevo sus notas hasta encontrar la lista de las pertenencias de la muchacha. La repasó por enésima vez para constatar que en ella no estaba reseñado el anillo aquél. Pensando a toda velocidad, elucubrando sobre las posibilidades que ese descubrimiento le presentaba, se hizo varias preguntas: ¿y si ese burdo cilindro de metal le había sido robado por alguno de los policias? ¿O tal vez se había perdido en el servicio médico forense? O tal vez, no lo llevaba consigo ese dia? Se prometió que a primera hora del día se abocaría a responder esas interrogantes.

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La ciudad había amanecido cubierta por un manto gris, y una temperatura baja. Lloviznaba desde temprano. SJ llegó a la estación de policía a tiempo para el pase de lista, donde localizó a los patrulleros que habían tomado conocimiento del crimen. A sus preguntas, ninguno pudo recordar el anillo y ambos juraron no haberlo tomado. El les mostró la fotografia del cumpleaños, y uno de los policías le preguntó, intrigado, si creía que por ese pedazo de metal alguien se iba a arriesgar, robándoselo. A leguas se veía que no era fino, el criminalista tuvo que admitir, para sus adentros, que eso era cierto. Sin embargo, no cejó y su siguiente parada fue en el Servicio Médico Forense, en donde una vez más le atendió el doctor Miravalle del Real, quien le respondió que el cadáver había llegado ahí sin el famoso objeto.

El galeno volvió al expediente y repasó las hojas hasta llegar a un párrafo en especial, para destacar que en el anular no existia rastro alguno de violencia o una huella, como por ejemplo, una claridad en la piel distinta a la del resto de la mano, que indicara el uso continuo de un anillo en el dedo anular. Y, sin embargo, en el índice de esa misma mano derecha habían detectado una excoriación, una rasgadura violenta, producida por el brusco arrancar de un objeto.

SJ miró con atención la foto que el médico le mostraba Y, en efecto, ahi estaba lo que le indicaba. ¿Sería entonces posible que el anillo que tanto le inquietaba, lo llevara la muchacha no en el anular, sino en el dedo indice? ¿Y eso por què? ¿Por moda? ¿Por capricho?

El médico legista suspiró:

-Esa pregunta, querido amigo, sólo ella podría respondérnosla, pero está muerta.

Sólo le quedaban las compañeras de departamento de Nicole. Llegó con ellas y luego de tocar insistentemente el timbre, obtuvo respuesta de una de las adormiladas muchachas. Les mostró la fotografia del pastel.

-¿El anillo? preguntó Alejandra, la norteña. Y a continuación revelo a SJ- Era un recuerdo de familia. Pertenecia a su madre y alguna vez nos contó que venía de muchas generaciones atrás.

-¿Pudo haberlo dejado en casa? ¿No estaba entre las cosas que ustedes entregaron a la policia o al personal de la Embajada de Hungria?

Ambas muchachas negaron. Fue la argentina, Nelly, quien ahora respondio:

-No. Eso era imposible, Nicole jamás se separaba de el, decia que le hacia tener presente a sus padres.- y remató- primero le hubieran cortado el dedo antes que ella aceptara desprenderse de ese anillo. Era como parte de su piel, si me permite decirlo.

-¿En qué dedo lo usaba?

La pregunta no dejó de sorprender a las muchachas. Y si se les hizo absurda o tonta no lo demostraron. Una de ellas, Alejandra, simplemente contestó.

-En el dedo indice. Era demasiado grande. Y eso que ya lo habia mandado a achicar, cortándolo un poco.

Nelly asintió, confirmando:

-Sólo un poco, porque no quería que se perdieran los detalles de los grabados, que eran muy antiguos.

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-¿La mataron para robarle un anillo?- La pregunta, cargada de incredulidad, partió de Mi YoonGi, que de pie y recargado en el escritorio de su lujosa oficina, confrontaba a SJ que, arrellanado en un mullido sillón de cuero, asintió mientras movía el azúcar en la taza de cafe que sostenía en una de sus manos.

-La conclusión a la que he llegado es ésa, por más absurda e inverosimil que parezca.- El abogado tomó del escritorio una fotografia del anillo, que SJ había escaneado y amplificado unas horas antes, mostrándolo en detalle. Era de forma cilindrica, con inscripciones y dibujos extraños que se veían borrosos. Luego de examinarla unos instantes, repuso escéptico.

-No le veo nada de especial. Aparentemente es un anillo común y corriente. No tiene piedras preciosas. Así, a simple vista, no sería algo que llamara la atención de un ratero como para robárselo o, más aún, como para matar para quedarse con él.

SJ no dejaba de aceptar que ese primer análisis de YoonGi, tenía lógica y mucho de razón. Sin embargo, su instinto investigador le decía que por ese anillo Nicole habia muerto. Y que, por lo tanto, si era la causa de la muerte, no era en si su valor económico lo importante, sino otra cosa.

Algo más, profundo e inquietante.

El Crimen

El Principe Maldito- Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora