CAPITULO III

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HUNGRÍA
EN LAS RUINAS DEL CASTILLO FERENC
10:00 Α.Μ.


Antes de dejar Praga, y a instancias de SJ, Namjoon había llamado por teléfono al ex jesuita Jeremías Speelmar para preguntarle si el castillo de Ferenc aún existía. La respuesta del viejo fue categórica:

-Sólo quedan ruinas. Es un lugar muy cercano a los Cárpatos. Deben tomar la carretera siguiendo el cauce del rio Bodrog. Llegarán a Tokai, la ciudad en donde se establecieron en el siglo X1 las tribus que fundaron ese país, y que por tal motivo tiene especial significado para sus nacionales. De ahí deben seguir hacia el Norte, rumbo a las estepas que van a morir ante los bosques umbrios de esa zona.

Agradeció nuevamente toda la ayuda que el hombre les había proporcionado y colgó para salir a toda prisa en un taxi hacia el aeropuerto, en compañía de SJ, en donde tomaron el primer vuelo que encontraron disponible. Así que habían vuelto a Budapest.

Ahí Namjoon recibió un paquete a través de la policía local. Eran dos pistolas semiautomáticas Mágnum Desert Tagle, de manufactura israelita, con un cañón estriado poligonal, que las dotaba de gran precisión en el disparo, y que había encargado con el carácter de urgente. Para aquellas armas eran las balas de plata. Y venían con su arnés y funda sobaquera. Alquilaron un automóvil compacto y veloz y tomaron la carretera rumbo al macizo montañoso de los Cárpatos.

Hacia frío esa mañana cuando llegaron a las inmediaciones de las ruinas del castillo. SJ detuvo el automóvil en un pequeño mirador enclavado en el promontorio de la sinuosa angosta carretera que llevaba al pequeño poblado, cerca del cual se levantaba lo que quedaba de lo que en otro tiempo fuera la fortaleza de los Ferenc, de la cual subsistían el fose ya seco, los muros exteriores casi destruidos por los enemigos otomanos cuando la histórica invasión que devastó el reino y la ruinosa torre principal donde estuvieran las habitaciones de Jimin. Allí abajo, desde el rio hasta el fondo, se levanta una pequeña planicie que colindaba con el añejo bosque de enormes árboles y tupido follaje, por donde alguna vez apareciera Jungkook con sus guerreros, yendo al encuentro del hombre con el que había vivido aquel amor prohibido que acabó siendo su desgracia.

Namjoon sacó un termo y lo abrió dejando que el aroma del cafe caliente y recién hecho invadiera el interior del auto. Tomó dos vasos de plástico y sirvió en ellos, ofreciéndole uno SJ, quien murmurando un "gracias" le indicó la guantera para invitarle:

-Adentro tengo una anfora con un buen brandy. Creo que nos vendrá bien ahora.

Namjoon aceptó de buen grado e hizo lo que su compañero le pedía. Tomó el anforita plateada y la destapó vertiendo un chorro en cada cafe. Los dos bebieron en silencio, a pequeños sorbos, mientras contemplaban pensativos el tranquilo pasaje que parecia emerger de una pintura japonesa, pues la neblina dejaba como imágenes difuminadas el tupido follaje del bosque y mucho más allá, como emergiendo de las nubes, el macizo montañoso de los montes Cárpatos. Ahí era donde no se habia iniciado. Los dos habían viajado hasta alli con la esperanza de poder concretar toda la información que les sezera al fin el misterio que venían persiguiendo, y teniendo plena conciencia de que, en una forma o en otra sobre la que no querian pensar a profundidad para no verse dominados por el pánico, sus enemigos esperaban la revelación para hacerse con el y aniquilaries.

El antiguo caserio formado por construcciones de piedra achaparradas y techos de teja de dos aguas, se distribuia en la explanada, con sun calles angosta empedradas que convergian hacia la pequeña plaza del pueblo donde se levantaba una iglesia con cúpulas otomanas, coronadas por una cruz, lo que indicaba la reivindicación del cristianismo sobre el imperio musulmán. Enfrente había una pequeña posada con un restaurante que tenía unas cuantas mesitas en la calle, cubiertas por limpios manteles a cuadros.

El Principe Maldito- Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora