3. Freddie

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Dicen que la mejor manera de liberarse de la tentación es caer en ella.

A medida que deslizo el pincel por partes de su cuerpo que ni siquiera ella conoce, siento como se estremece en cada paso. Su mirada me lo dice todo y no es necesario que pregunte si debo seguir o parar porque lo está disfrutando más que nada en el mundo. Le gusta lo que hago y como lo hago porque de lo contrario me lo haría saber, sin embargo, está muda y con el pulso en las nubes. Alzo la cabeza para verla directo a los ojos no sin antes observar el escote que lleva y no puedo evitar pensar que a ese cuello le falta un collar y unos cuantos besos húmedos, de esos que dejan marca por donde pasan.

Me observa desde arriba y noto que sus ojos han cambiado. Ya no me ven con la diversión de antes, sino con lujuria. Algo en ellos es distinto y eso es exactamente lo que estoy buscando.

Los artistas sabemos de esto.

A veces debemos conducir a nuestros modelos a ciertas emociones para lograr retratarlos como deseamos. Las emociones y los sentimientos deben ser genuinos. Las miradas deben ser transparentes. Esto es lo que he estado buscando hace semanas. Es la mirada perfecta para retratar. Encontré ese algo que faltaba. Ese punto entre la normalidad y el calentamiento, el límite entre la respiración tranquila y el suave jadeo.

Agarra mi muñeca con fuerza apartando el objeto con el cual la estimulo lanzándolo al suelo, me toma con puños cerrados de mi camiseta negra y me acerca hasta ella. Todo su cuerpo es una hoguera y no es por el calor del verano, es por el fuego que lleva dentro. Nuestras pieles hacen contacto al instante y arden al mismo tiempo. Siento como algo crece en la zona baja de mi abdomen y no puedo evitar acelerar mi respiración.

He perdido el control sobre mi organismo.

Ahora le pertenece a ella.

Su rostro se encuentra tan cerca del mío que puedo ver con más claridad las pequeñas pecas que rodean su nariz, incluso creo poder contarlas pero sus ojos piden mi atención y clavo los míos en esos globos azules. No sé que tiene y no me cansaré de decirlo. Tiene algo en la mirada que me obliga de una forma demoniaca a perderme en ella.

Sin embargo, nada sucede. No se atreve.

—Hazlo—ruego, susurrando en sus labios.

Puedo jurar que ella no es el tipo de chica que se acuesta con cualquiera y yo tampoco soy el cliché fuck boy del que debe estar acostumbrada a leer aunque eso le haga creer. Venus es diferente, lo veo en su mirada. Es tan inocente como una niña, solo que esta vez quiso jugar con fuego y se encontró con un chico que no teme aventurarse. Pero llegamos hasta aquí porque así se dieron las cosas. Nadie decidió esto, no estaba escrito ni predestinado. Fuimos dos jóvenes que salieron a la calle en busca de cosas diferentes pero terminaron encontrándose para un mismo propósito al acabar la noche.

—Solo hazlo.

Mis insistentes palabras finalmente logran que se atreva.

Me sostiene con mayor fuerza y acerca su boca a mi mejilla, justo en la comisura de mis labios. La estampa como si fuera un sello permanente y ahí la deja un buen rato hasta que se separa. Su labial rojo enseguida mancha mi rostro pero no me importa, huele a frutilla. Me sorprendo al sentir sus manos pegadas a mi pecho intentando hacer distancia. Capto su intención y me incorporo.

Lamo mis labios y me quedo de pie esperando que diga algo, pero no habla. Su respiración no se lo permite.

Me ha jodido.

—No lo tendrás tan fácil —dice y me deja estupefacto.

Pequeña diabla.

Muerdo mis labios reprimiendo una sonrisa traviesa. No quiero hacerle saber que me ha gustado lo que ha pasado, no quiero que sepa que voló mi cabeza desde que la ví, que lleva una chispa en sus ojos imposible de superar. ¿Y qué podré superar yo que he estado pintando ojos toda mi vida?

Yo sin ti © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora