27. Tony

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Venus me pone al corriente de todas las novedades e incluso me lee algunas cartas que envía mi amigo aunque a veces omite ciertos detalles y yo agradezco por ello. La última correspondencia llegó hace dos días y Freddie pedía que fuéramos a divertirnos a Dragon Club. Aunque su petición me resultó extraña, no podía negarme. Mucho menos un sábado caluroso como este. Así que me dirijo al bar aunque por la mañana no aparezca nadie, como si todos esos alcohólicos y drogadictos fueran también vampiros que solo se asoman a la ciudad durante la noche.

Al llegar, el lugar está desierto. Me amarro el delantal negro con letras rojas que pone «Dragon Club Staff», pongo a sonar la música y comienzo a trapear el suelo pegajoso.

―Hoy quiero divertirme―le digo a Mateo, mi compañero.

Hay veces en las que no quiero dirigirle la palabra porque ello conlleva tener una conversación con él. Mateo es Argentino, su familia es del centro de Buenos Aires y a veces no entiendo una palabra de lo que dice. Suele decir cosas como «¡Esto está re bueno, mal» ¿Está bien o está mal? Siempre termino preguntando qué significa cada palabra que sale de su boca. Incluso he llegado a pedirle que utilice términos que pueda comprender.

—El jefe te dio unos días de vacaciones para descansar, no deberías estar acá.

―Prefiero esto a estar solo en casa.

Ya he estado solo demasiado tiempo en esas calles desoladas y sucias bajo la lluvia torrencial de unas noches heladas. Mi cuerpo temblando sobre el cartón húmedo, intentando entrar en calor bajo una manta olorosa pensando si alguien vendrá en mi búsqueda, si alguien vendrá a salvarme, si alguien recuerda al niño que vive en las calles y duerme bajo las estrellas.

Terminamos de limpiar el bar cuando el sol del atardecer se asoma por las ventanas verdosas y noto que algunas personas comienzan a llegar. Son los clientes de siempre; conocemos sus nombres, domicilios, situación civil y hasta su tipo de sangre. Son los que se despiertan por la tarde y se encuentran con una montaña de latas de cerveza vacías y no les queda otra opción que venir al Club ya que somos el único establecimiento que sirve alcohol desde temprano. Mateo se encarga de atenderlos y yo prometo volver más tarde.

Al caer la noche, me meto en la ducha para quitarme todo el sudor acumulado después de unas largas horas de trabajo. Al salir busco mi chaqueta negra favorita que pone «Bad boy» con letras blancas de graffiti por detrás y un pantalón del mismo color. Enciendo la motocicleta que estacioné en la entrada del departamento y salgo en busca de Venus.

Pasear por la zona «fea» de la ciudad, donde he crecido en ese triste periodo luego de escapar del orfanato, me trae recuerdos. No tantos recuerdos malos ni melancólicos, sino memorias felices. En este suelo he madurado, he crecido y he aprendido a sobrevivir por mí mismo. Sé que a Freddie le afecta negativamente, a mí en cambio, de vez en cuando me gusta venir y revivir mi pasado. Aquí está toda la gente que conozco, mi gente. Saludo a cada uno de ellos y responden alegremente al verme.

Al llegar a la casa de la chica de mi mejor amigo, estaciono frente a la escalera caracol sin bajar de la motocicleta y encuentro a una mujer bastante regordeta frente a la puerta sacándole un poco de polvo a la entrada. Barre refunfuñando, soltando maldiciones entre dientes. ¿Qué le habrá hecho esa escoba para merecer semejantes insultos?

―¡Hola! ¡Estoy buscando a su hija!―grito para que me oiga desde ahí arriba.

Sí, a su hija.

Quiero ver el mundo arder así que vacilo, y me divierto viendo en su rostro la preocupación. Capto su atención de inmediato y se cuelga del barandal para verme mejor. Tiene cara de querer sacarme de aquí a escobazos y es normal, no me ha visto en su vida. De repente se presenta en su casa un pretencioso motero reclamando por su hija. En su lugar haría lo mismo, o peor pero que divertido es joder a la gente.

Yo sin ti © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora