5. Freddie

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***

Despertar y no encontrar a la chica que devolvió mi inspiración y el alma a mi cuerpo me ha dejado con una sensación agridulce.

Aunque no quiero admitirlo, cuando sin querer caí en el sueño profundo, ansié despertar, dirigirme a la habitación y encontrarla aún recostada en mi cama. No sé para qué, ni con qué objetivo, solo quería tenerla cerca y saber que estaba ahí. No lo sé, tal vez podría haberla despertado con un café y cosas deliciosas para desayunar o simplemente pedir su número para volver a contactarla pero no me había dado tiempo de hacerlo. Hasta llegué al punto de preguntar a mi amigo si la conocía de algún sitio pero, desgraciadamente, no sabe quién es ni si volverá a Dragon Club porque no la ha visto ahí antes.

Lamento no haber luchado con más garras contra el sueño. Siento haber perdido algo valioso, como cuando tienes una sola oportunidad para hacer algo y no la aprovechas o te quedas en los laureles.

—Hay mucha gente—habla Anthony sacándome de mis pensamientos—. No sé si vienen a ver tus obras o a verte a ti. O a mí.

Niego con la cabeza divertido mientras veo a mi amigo a través de mis lentes negros, sacando la cabeza por la gran ventana del tercer piso donde nos encontramos para ver la colosal fila de personas esperando para ingresar al museo. Somos unos cuantos artistas los que exponemos hoy así que es imposible que todo ese cúmulo de gente sea por mí pero a Tony le gusta creer que es mejor amigo de un súper famoso.

Me fijo en su aspecto con detenimiento.

Puedo decir que se ha arreglado para la ocasión. Como la mayoría de las veces él es quién me acompaña en estos eventos, ha adquirido la costumbre de comprar trajes, poco a poco. Ahora lleva uno negro con una camisa blanca por debajo e incluso huele bien. Yo, por mi parte, aunque me hubiera encantado estar aquí parado con mi camiseta de Metallica, llevo también un traje pero azul marino que ha elegido él para mí. Dice que este color me sienta bien y yo le creo. Como todo lo que me cuenta.

—Deberíamos cobrar entradas, ganaríamos más dinero.

—El único dinero que ganaremos es si alguien compra un cuadro.

Anthony mueve el cuerpo al compás de una canción pegadiza que suena a volumen medio mientras observa la pared frente a nosotros con todas mis últimas obras colgadas en él. El muro es inmenso y hay unos veinte lienzos de diferentes tamaños pero justo en el centro está el último que he pintado: El perfecto rostro de Venus. Esa obra que he terminado hasta hace una hora y a la que llamé Afrodita. Se trata de un cuadro gigantesco, de hecho, es el más grande del lugar. Traerlo hasta aquí ha sido un verdadero desafío pero con la ayuda de Anthony fue más sencillo.

Y ahora está a la espera de miles de ojos, apasionados del arte y otros curiosos.

Una mesera del museo pasa junto a mí con una bandeja dorada con unas cuantas copas de un champagne espumante, tomo una sin dudarlo y ella parece no darse cuenta. Tony toma otra en cuanto se dirige a él. Por supuesto no dejará pasar la oportunidad de beber gratis.

—Gracias a ti puedo tomar la mejor Champagne del mundo—celebra, alzando la copa dispuesto a chocarla con la mía —. Por la gracia de tu amor.

Ambas copas suenan al encontrarse la una con la otra y es ahí cuando noto a la gente que se aproxima entre charlas y risotadas. Algunos vienen desde las escaleras y otros por el ascensor. Todos visten elegante, incluso algunos niños que veo pasar. Se los ve felices y entretenidos, seguramente vienen de los pisos de abajo fascinados por las obras de los demás artistas pero aún no habían visto mi mayor creación. Sí, Afrodita. Algo dentro de mi interior me dice que es mi mejor obra pero eso se definirá aquí mismo, hoy. No importa lo que yo crea acerca de mi obra, sino la reacción de los demás.

Yo sin ti © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora