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Visitar Dragon Club no es algo que hubiera hecho en el pasado.
Ni siquiera se me hubiera pasado por la cabeza hace dos semanas atrás. Ese lugar es precisamente uno de los cuales mis padres me han prohibido visitar durante años. Por las noches, en esas caminatas nocturnas que hacemos por la ciudad, esquivamos ese antro luminoso. No quieren que me relacione con las personas que merodean el bar. Sin embargo, estuve ahí y fingí ser uno de ellos.
¡Fui capaz de entrar en ese antro! Yo solita.
Rompí mi promesa de no pisar ese suelo maldito porque lo prohibido siempre atrae.
A la mierda el mundo.
Quiero pensar que esta noche es mía y sentir algo que no haya sentido antes. Mi madre me ha cuidado demasiado durante mi adolescencia, se ha encargado de llenar mi mente de miedos, de temor hacia otras personas, especialmente a los hombres. Gracias a ella solía pasar mis tardes más juveniles encerrada en mi cuarto observando por la ventana a la gente disfrutar de sus vidas nocturnas. Pero es hora de revelarme y librarme de todas esas creencias absurdas, como por ejemplo que, si pongo un pie fuera de casa, algo malo sucederá. Y un misterioso chico con gafas en medio de la oscuridad con una remera de Metallica manchada de colores pasteles, apareció frente a mí como una señal.
Una señal de que la vida puede ser imprevisible.
Estoy cansada de ser la niña buena que todos esperan que sea y sabía que si quería dejar de serlo debía ir a Dragon Club donde ninguna niña es buena.
Freddie camina por la acera mientras da sorbos de la botella que acaba de sacar del bar. Lo observo de reojo mientras mueve las piernas. A pesar de vivir aquí hace tiempo, jamás lo había visto y créanme que recordaría si lo hubiera hecho. Es uno de esos chicos que ves pasar por la calle mientras vas en el autobús y te le quedas viendo como si fuera un hechizo, de esos que no importa si te encuentran observándolos cómo stalker, es de esos chicos que no vuelves a ver y te deja una gran desilusión en el pecho.
Parece ser un personaje literario.
No es de esos jóvenes con tatuajes que te vuelan la cabeza pero aún así me suena más bien a un protagonista salido de alguna plataforma de lectura o de algún libro de romance juvenil. Puedo jurar que se ha escapado de un libro. Sin embargo, es escritor y sabe muy bien cómo ser un buen protagonista. Tiene el cabello tan revoloteado y amarillo que cuando la luz se proyecta en el, te provoca molestia en los ojos. Su cuerpo es como el de cualquier otro aunque se le notan los músculos marcados bajo aquella prenda negra. Camina como si fuera el rey de la ciudad, como si no le importara nada en absoluto. Se lo ve seguro en su piel y ni siquiera es capaz de echarme una mirada. Marcho a su lado hasta que llegamos a la entrada de un lujoso edificio del que sale música. Las ventanas van a estallar en cualquier momento por el sonido de los bajos.
—¿Vives aquí?—pregunto, alzando la vista hacia los últimos pisos.
Abre la puerta y la sostiene con un brazo. Se le marcan más los bíceps.
—Pasa—se limita a decir.
Camino delante de él y siento su mirada en todo mi cuerpo. Enseguida noto como lentamente comienzo a volverme de un color rojo y a retorcerme de la vergüenza. Luego se adelanta y llama al elevador en silencio y al segundo se abren las puertas para nosotros. Entramos en ese cubículo y no voy a negar que el silencio que se forma es un poco incómodo, pero a él parece no molestarle para nada. Apoya sus labios en el pico de la botella de vidrio y sigue bebiendo. El único sonido que se escucha en el cuadrado es el líquido bajando por su garganta.
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Yo sin ti © ✔️
Roman d'amourCOMPLETA. Freddie, un artista quebrantado por la vida, no tenía planeado enamorarse pero su extraña obsesión por los ojos de las personas lo encamina cada vez más hacia Venus, una joven con problemas de autoestima haciendo imposible cumplir su prome...