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El oficial Godoy, amigo de Anthony, nos condujo al hospital más cercano para curar nuestras heridas de las que no paraban de brotar sangre. El doctor logró curarlas y esterilizarlas pero advirtió que nuestra piel, en las zonas donde rozaron las balas, no volvería a ser la misma, ni siquiera con las mejores cremas de cicatrización del mercado.
Habíamos quedado marcados para siempre por un hombre que me odiaba.
Mi amigo no se quejaba. Solo revisaba todo lo que pudimos sacar de mi habitación. Hablaba de vender los cuatro o cinco cuadros que tenía dentro de la bolsa. Planeaba hacer dinero con ellos mientras yo no podía quitar la vista del piso blanco del hospital. No conseguía sacar de mi mente a mi padre pidiendo que me acercara a él para charlar sobre lo sucedido y lo único que hice fue ignorarlo y escapar con mi nuevo mejor amigo. No le importó demasiado mi reacción y me permitió volver a las calles.
—¡Hey! Estarás bien conmigo—habló Tony desde la camilla de al lado—. Vivo en la calle desde los catorce años, puedo cuidar de ambos. Además, Chris siempre me ayuda.
—No es eso lo que me preocupa.
—¿Entonces qué es?
—Tengo hambre.
—Aquí nos darán algo que comer.
—¿Y luego? ¿Qué comeremos cuando salgamos de aquí?
—Déjamelo a mí.
El doctor apareció más tarde y comentó que estaríamos bien pero debíamos quedarnos hasta el amanecer para mantenernos controlados un poco más de tiempo. Esa noche comimos la típica comida de hospital y Tony la saboreó más que nadie.
—¿Sabes lo que hago cuando el hambre me sobrepasa y no encuentro que comer? Me meto en peleas callejeras hasta que me revientan. Cuando alguien me encuentra desmayado en un callejón, me traen hasta aquí, me curan las heridas y puedo dormir en un colchón cómodo, y luego almuerzo y ceno como si fuera un Dios, con postrecito y todo.
Su relato me entristeció aún peor.
¿Cómo podía tener esa sonrisa en el rostro cuando llevaba una vida de pura miseria? ¿Cómo podía sonreír cuando todo el mundo se había olvidado de él? ¿Cómo no se convertía en un villano luego de tantos golpes? También me preguntaba, ¿esa vida me esperaba? ¿Dejarme golpear por un plato de comida? Sus palabras lograron desesperarme y no dejé de pensar en ello hasta quedar totalmente dormido.
Por la mañana nos dejaron salir y nos dirigimos al gran parque de Mar de la luz. Un lugar gigantesco repleto de bancas de madera en las que las parejas se reunían a repartir saliva. Un parque verdoso y colmado de árboles de los cuales los niños solían colgarse y jugar a ser piratas. También había algunos puestos de venta callejera; libros, artículos de cocina, revistas y ropa usada.
—Creo que este es un buen lugar—sugerí pero Tony me detuvo antes de que apoyara el trasero en el césped.
—No puedes venir y vender tus mierdas así como así. Debes pagar derecho de piso.
—¿De qué hablas?
—Dame el dinero que tienes—ordenó y se lo entregué—. Ahora regreso.
—¡Tony!—grité pero se alejó corriendo.
Se acercó trotando a un hombre que vestía de negro y a dos secuaces más. Intercambiaron palabras dos minutos y en el tercero, Anthony entregó todo nuestro dinero a esos tipos. Luego volvió corriendo hasta mi.
—¿¡Por qué le diste todo mi dinero!?
—Porque si no les pagas no te dejarán vender. Tienes dos días.
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Yo sin ti © ✔️
Roman d'amourCOMPLETA. Freddie, un artista quebrantado por la vida, no tenía planeado enamorarse pero su extraña obsesión por los ojos de las personas lo encamina cada vez más hacia Venus, una joven con problemas de autoestima haciendo imposible cumplir su prome...