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Sigo los pasos de mi padre hasta que alcanzo a tocar su hombro fornido. No quería tocarlo, no quería sentir que mi mano se había apoyado sobre esa persona que me desagrada tanto, pero debí hacerlo porque tampoco podía llamarlo «papá» ni pronunciar su nombre en voz alta.
―¿A qué has venido?―escupo una vez que lo tengo cara a cara.
―¿Alguna vez dejarán de halagarte por algo que debiste hacer hace mucho tiempo?―dice encendiendo un cigarrillo y soltando el humo sobre mi nariz―Dicen todo esto por mí ¿no es así? Es una sutil forma de decir que fui un terrible padre.
―Lo fuiste. Eres lo peor.
Busco las palabras más hirientes y corrosivas que llevo en el diccionario de mi cerebro para lanzarlas como dardos directos hacia su corazón, pero aunque intente con todas mis fuerzas lastimarlo a él, en realidad me duele a mí. Los dardos han pegado la vuelta y ahora se dirigen directamente a mi centro. ¿Por qué no puedo herirlo? ¿Por qué no tengo la dureza para hacerle sentir lo que algún día me hizo sentir? ¿Por qué cada vez que pienso un insulto se revierte hacia mí?
―Le has contado a la escuálida de tu novia todo lo que hice, ¿verdad? Porque no deja de mirarme como si fuera un puto monstruo.
Lo único que quiero hacer cuando oigo cómo se dirige a ella es tomar los dardos nuevamente y devolverlos a la dirección correcta. Cierro mi puño y lo estampo contra el hueso duro de su pómulo.
Y duele. No duele mi mano, sino mi alma que no deja de gritar y suplicar que me detenga porque, a pesar de todo, a quién estoy golpeando es a mi padre. Aunque lo odie y no pueda verlo ni sentir su rancio aroma. Se supone que los hijos no lastiman a sus padres ni los detestan, al contrario, dan la vida por ellos. Pero todo este tiempo me ha enseñado a mantenerlo lejos, me ha introducido en la práctica de sobrevivir sin su presencia, distanciado de esa figura paterna que todo niño necesita, más aún si no tiene a su madre.
Él me rompió y ahora trata de reconstruirme. Quiere quitar los pedazos de carne que he fijado con pegamento, esos fragmentos destrozados de los que he creado un mosaico para volver a acomodarlos en la casilla correcta. Pero ya no puede quitarlos de ahí, el pegamento se ha puesto duro.
Su cigarrillo cae al suelo y siento a Anthony acercarse a nosotros. Su mirada es de desaprobación. Sé lo que piensa de nuestra relación. Sé que quiere lo mejor para mí pero dudo que mi padre lo sea. No puedo perdonarlo.
―¿Por qué no te vas? Ni siquiera sé qué haces aquí.
―Vine a saludar a tu abuela―responde tocándose la cara.
Me sorprende que no devuelva el golpe. A decir verdad, lo he esperado.
―Sí, mi abuela. La madre de tu esposa, la que también abandonaste. ¿Crees que te quiere aquí? ¿Crees que alguno de nosotros quiere tenerte aquí?
―Váyanse a la mierda―escupe el suelo y se aleja lentamente en su coche.
Una vez que las luces del carro se ven difuminadas por los árboles, Tony me devuelve a la realidad jalándome del brazo.
―¿Estás bien?
Busco su mirada con desesperación mientras mi cabeza tiembla. Todo mi ser está temblando, contrayéndose contra mi voluntad. Esta reacción es la que provoca mi padre en mí y la detesto. Odio no tener el control sobre mi cuerpo cuando lo tengo cerca. Tomo el cigarro del suelo y le doy unas fuertes pitadas.
―No dejes que te afecte. Recuerda por qué estamos aquí―dice Anthony a mi lado.
―¿Qué haría yo sin ti?―hago la pregunta en voz alta mientras doy pequeños golpecitos en la mejilla de mi amigo.
Finjo demencia. Pretendo volver a mi eje pero estoy desorbitado.
―Que sentimental ¿Venus te hizo así? ―se burla.
―Hablo en serio. Estás conmigo desde el principio y sigues aquí a pesar de todo.
Anthony sonríe quitándome el cigarrillo de la boca.
―Le doy gracias a ese hijo de puta por echarte de tu casa. Gracias a él te apareciste en ese callejón maldito y míranos ahora. No necesitamos a nadie.
―Al menos hizo algo bien.
Entramos a la casa nuevamente y nos encontramos a las dos mujeres más bellas que conozco viendo fotografías de un álbum celeste. Lo reconozco a la distancia. Son las fotos de mi infancia. ¿Por qué las abuelas tienen la costumbre de ridiculizarte frente a tu chica?
―Parece que no te salvaste―susurra Tony.
―¿Todo está bien?―pregunta mi abuela alzando la vista.
Asiento con la cabeza y guiño un ojo. No quiero preocuparla con los detalles ni mencionarle todo lo que he dicho porque, a pesar de todo, sé que lo desaprobará. Lo importante es que ese hombre se ha ido y podemos disfrutar de lo que resta de la noche.
―¡Mírate aquí!―brama Venus, apuntando la foto con el dedo―Leyendo un libro sobre dinosaurios.
―Aprendió a leer súper rápido y cada vez que pasaba cerca de una librería, lloraba. Se quedaba cruzado de brazos y no caminaba hasta que le compraban un libro de dinosaurios―cuenta mi abuela tan felizmente y con elocuencia como si estuviera relatando un cuento.
―¿Por qué te gustaban tanto?
―Sentía curiosidad por ellos. Fueron unos de los primeros seres en estar aquí en la Tierra. Me preguntaba qué sentirían al no conocer nada más que a ellos mismos, siendo una especie sin tanta historia ni tanta evolución. Sin tanto pasado.
Los tres quedan absortos aunque mi abuela ya conoce la historia a la perfección.
―Ha sido así de extraño desde siempre―suelta y ríe.
―No soy extraño, solo me gusta pensar de más.
La abuela Susan le propone a Venus hacer un tour por la casa y ella acepta sin problema. Parece estar encantada con la nona. Anthony, en cambio, la conoce de arriba hacia abajo y prefiere quedarse conmigo en el living. Sintoniza una estación de radio en la que suena una canción pegadiza llamada Boggie Wonderland y realiza un baile desagradable pero gracioso mientras se sirve una copa de vino. Luego me la ofrece pero me niego.
―Decidí dejar el alcohol. No me trae nada bueno.
Mi amigo se encoge de hombros y se sienta junto a mí.
―Te apoyo en tu decisión entonces―dice y aparta la copa―Tampoco beberé.
―¿Crees que fui muy duro con él?
―Tal vez, pero fue genuino.
―No sé por qué me preocupa y me siento terrible por decir la verdad. Se supone que no debería sentirme así.
―Es que, en el fondo, sabes que es tu padre y tu inconsciente guardó muchos recuerdos felices a su lado. Siempre te amó, Freddie. Has tenido una buena infancia gracias a él y toda tu familia. Aún está vivo, tienes la oportunidad de perdonarlo. Piénsalo.
El monólogo de Anthony me deja con más dudas y pensamientos que soluciones. Él, por su parte, se levanta del sofá y sigue bailando esa ridícula canción como si todo lo que ha dicho anteriormente nunca hubiera salido de su boca. Me divierto al verlo, carcajeo hasta que mi estómago duele. Siempre encuentra la manera de hacerme sentir mejor. Tony es de esas personas que pueden estar pasando por sus peores momentos pero nunca lo sabrás, porque lo único que hacen es hacerte reír.
―Venus te ha cambiado―insiste apuntándome con el índice.
―¿Por qué lo dices?
―Te estás ablandando.
***
¿Crees que Freddie fue muy duro con su padre?
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Yo sin ti © ✔️
RomanceCOMPLETA. Freddie, un artista quebrantado por la vida, no tenía planeado enamorarse pero su extraña obsesión por los ojos de las personas lo encamina cada vez más hacia Venus, una joven con problemas de autoestima haciendo imposible cumplir su prome...